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Mientras tantoSi fuera capaz de poder explicarlo...

Si fuera capaz de poder explicarlo…


 

El poder invade, coloniza, amedrenta, aburre, enfada… al menos a mí. Hablo de un verbo. Prolifera en los discursos, noticias, opiniones. Lo colocan personas de todos los niveles culturales. Me temo que está aquí para quedarse, y eso equivale a decir: está aquí para oscurecer. Si no me creen, hagan como yo; apunten las frases con el verbo poder que escuchen por doquier. Ahí van unas cuantas. Y hagan la prueba de suprimir el verbo poder que aparece en todas.

– El Gobierno tiene intención de poder reunirse también con la alcaldesa Colau.

– (…) necesita autorización para poder asistir…

– (…) costaba mucho poder comprenderlo…

– No tienen medios para poder llevarlo a cabo

– (…) arbitrar medidas que impidan poder acercarse

– (…) koalas que aprovechan la lluvia para poder beber

– “Si Cifuentes dice que tiene un máster debería estar en condiciones de poder demostrar que lo tiene”.

También hay otros verbos que nos invaden, colonizan… Nada es causado, producido ni ocasionado por nada. Todo es provocado, gran verbo que vale hasta para informar en un telediario de un “incendio provocado accidentalmente… por un perro.  Así que provocar pierde su sentido original,  hacer algo para que ocurra algo; como el pobre perro no tiene intenciones incendiarias  se le añade lo de accidentalmente; provoca un incendio, pero sin querer. “Uy, perdón”, decía el verdugo de Chummy mirando contrito cómo rodaba por el suelo la cabeza del reo que acababa de ejecutar con su hacha. Algo así.

De toda la vida de Dios un incendio provocado era uno plantado por alguien voluntaria y conscientemente. Pues ahora ya no, y los políticos utilizan la frase lapidaria “la inmensa mayoría son provocados” para describir lo que la Cruz Roja llama daños causados por mano humana, para distinguirlos de los causados por la madre naturaleza. Es lo primero que dicen cuando les ponen un micrófono delante, para que quede claro que ellos, sus políticas de planificación rural, de producción y en general de gestión del monte no tienen absolutamente nada que ver en la desfeita.

Misterios

Después de darle muchas vueltas he decidido definirme así: soy panteísta y librepensadora; las dos cosas me gustan mucho. Pero también soy una convencida de que la vida está llena de misterio, y como dándome la razón, me pasan continuamente cosas misteriosas. Será muy prosaico, pero casi siempre se manifiestan a través de la informática. Un ejemplo muy próximo (suelo tomar nota). Estaba buscando en la red la programación del festival de cine de Málaga 2020, y al pinchar en un sitio web lo que aparece en la pantalla son tres frases que tienen que ver conmigo de algún modo y en algún momento, a saber: “el SUT en 1963” (en el siglo pasado, el SUT era el Servicio Universitario del Trabajo). Luego una frase (mía y reciente porque me sonaba):  “…una pena, nadie me convocó”, y por último una frase de Ferlosio, que no recuerdo ahora (no la apunté).

Como no tengo explicación para estas cosas, para mí son tan misteriosas como los estigmas que le salieron a Clemente Domínguez, el del Palmar de Troya. El nunca hubiera pensado, como yo, “si esto no es un misterio, que venga Dios y lo vea”, porque lo veía prácticamente a diario.  Estoy viendo la serie que acaban de estrenar, veremos lo que da de sí tanto misterio, tanto éxtasis y tantas visiones. Aunque tengo que decir que los hechos maravillosos que allí sucedieron son menos pasmosos que los testimonios que dan ahora en la serie algunos que entonces los vivieron.

 

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