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Sierra Leona y Liberia, en transición

 

En una de sus crónicas sobre África recogidas en la antología La herencia colonial y otras maldiciones (Sexto Piso, 2012), Jon Lee Anderson recoge una de las varias entrevistas que ha mantenido con la actual presidenta de Liberia, Ellen Johnson Sirleaf. La pieza se publicó en The New Yorker en 2006. En un momento de la entrevista, Anderson le pregunta sobre su relación con Charles Taylor. A Johnson Sirleaf se le ha reprochado su cercanía con Taylor en la primera fase de la guerra civil liberiana. El propio Taylor le había dicho al reportero estadounidense: “Ellen Johnson estuvo conmigo desde el principio”. Charles Taylor, en cuyo pasado se incluye una no del todo aclarada fuga de una prisión estadounidense, fue responsable en gran medida de que la guerra se consolidase también en la vecina Sierra Leona, y ha sido juzgado por crímenes de guerra y condenado a cincuenta años de cárcel por el Tribunal Especial para ese país establecido en La Haya .

 

Anderson explica así la parte de la conversación con Johnson Sirleaf, premio Nobel de la Paz en 2011, que versó sobre su relación con Taylor: “Respondió que en su viaje a la base de Taylor, había «abordado los crímenes tribales» con él. «Cuando comenzaron los asesinatos, yo estaba en contacto con el Departamento de Estado. Ellos propusieron que hiciéramos comprender a Taylor que ése no era el camino a seguir. Pero él no escuchó». Johnson Sirleaf no parecía muy satisfecha con su propia explicación”.

 

En su crónica, Anderson recoge también una entrevista con otro de los protagonistas de la guerra civil en Liberia, Prince Johnson, antiguo aliado de Taylor y ejecutor del ex presidente Doe: “[…] Johnson ordenó a sus hombres que cortaran las orejas de Doe, y luego le obligó a comerse una. Se rumorea que Johnson se comió la otra […] Ni Prince Johnson ni ninguno de sus colegas han sido perseguidos por crímenes de guerra”. El presidente Doe –derrocado por Taylor y sus aliados- había accedido al poder en 1980, tras un golpe de estado que se concretó cuando el entonces sargento entró en la residencia del presidente de Liberia William Tolbert y lo mató a bayonetazos.

 

El reportero visita a Prince Johnson en el despacho que éste tiene en el Senado Liberiano, donde a día de hoy continúa ejerciendo como senador de la república a pesar de la recomendación contenida en el informe de la Comisión para la Verdad y la Reconciliación liberiana, publicado en 2009, que solicitaba su inclusión en una lista de protagonistas de la guerra civil que deberían estar excluidos de cualquier cargo público. Al conocerse estas conclusiones, Johnson repitió más o menos lo que le había comentado a Jon Lee Anderson unos años antes: “Cuando alguien me pregunta: «¿Qué hay del tribunal para crímenes de guerra?», yo digo: «Eso no va a ser nada bueno». No es que yo me sienta culpable de algo que haya hecho, ni que tenga miedo a comparecer, ¡no! Pero si empiezas a detener a unos cuantos pro-crímenes de guerra los otros no querrán ser detenidos y se irán al monte. No olvide que es posible que no todas las armas se hayan entregado a las fuerzas de pacificación”. Las transiciones democráticas suelen verse obstaculizadas por las amenazas más o menos veladas de aquellos que empuñan las armas: sucedió, sin ir más lejos, en España, donde nuestro autoritario ejército de entonces condicionó en gran medida la transición iniciada en 1976.

 

Hace unos días se publicaba una entrevista de Ramón Lobo –que cubrió las guerras de Sierra Leona y Liberia- con el ex misionero y periodista Chema Caballero en la revista Jotdown. Caballero habla de sus años en Sierra Leona tratando de rehabilitar psicológicamente a niños y niñas soldado –utilizadas además de cómo combatientes como esclavas sexuales-, reclutados muchos de ellos a la fuerza por milicias como la de Taylor. Se pregunta Caballero “¿Cuándo termina una guerra? ¿El día que se firma la paz o cuando realmente se hace justicia a todas las víctimas? Un conflicto se cierra cuando hay una reconciliación nacional, porque la historia la cuentan los vencedores, y la visión que tenemos es la suya. Pasó en Sierra Leona: gran parte de los que están en el poder son los que estaban antes de la guerra, o los que se han enriquecido durante la guerra”.

 

CODA


En 2012, la administración estadounidense, tras una petición del diario Boston Globe, se negó a publicar los documentos que posee sobre Charles Taylor. Tampoco realizó ninguna declaración sobre si Taylor trabajó como informador para agencias de inteligencia de los Estados Unidos. Durante su proceso en La Haya, Charles Taylor insinuó que agentes de la CIA le habían ayudado a escapar en 1985 de la prisión de Massachusetts en la que cumplía una condena por fraude. Aunque ha negado haber colaborado con la CIA en calidad de informador, como sugieren los extendidos rumores que, según varios periodistas, circulan por Monrovia, Washington y La Haya.

 

 “No interesa que África cambie, interesa que la podamos seguir manejando”, concluye Chema Caballero tras más de veinte años trabajando en el continente.

 

 

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