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Silbar


Fundo Anqui. Quebrada de Acaville, Arequipa, Perú. 1 de enero de 2000. Foto del autor

Leila Guerriero dice que escribe como si boxeara. ¿Y yo? ¿Como si silbara? (O tal vez como si tejiera, recordando ese símil que hace a lo largo de su libro Irene Vallejo: la trama, los hilos narrativos.) Silbo. Sí. A veces encuentro una melodía que representa mi estado de ánimo. Otras veces lo intento y fallo. Cierro los labios.

Hay una relación entre lo que escribo y mi crianza. Viví en una especie de suburbio metido en la ciudad, viajando constantemente al campo, a la chacra, al pueblo de los abuelos. Lima es fea, sobre todo si tu barrio queda lejos de ese ponto de la inspiración que es el mar. Sin el Pacífico, sin las olas, los limeños estamos condenados al polvo de los cerros, al cielo gris.

¿Qué le veía un muchacho limeño a un pueblo? Tal vez sólo las horas que llenar, los silencios, los acentos extraños. Ese pe, en vez de pues, esa forma de comerme las sílabas que me gustaba tanto, que en Lima me dijeron que tenía que ocultar.

El silencio del pueblo era muy distinto al de la casa de ladrillos y cemento. Lo rompía el sonido de las ramas de los árboles estremecidos por la brisa o soportando la canícula.

Y despertar era una experiencia intensa. La distancia colocaba a esos espacios en el territorio de lo inenarrable.

Imágenes que me silban: las caminatas por la quebrada, el crujido de la piedrilla bajo la suela, las sombras en los cerros. La mecedora, el libro abierto, las hojas de los frutales agitándose. Alguna camioneta levantando el polvo allá en la banda. Las paredes de quincha descascaradas. Los cuyes metiéndose bajo el horno de la cocina. El rumor de las acequias, el agua barrosa entrando a los surcos. El chorro de agua del arroyo desgajándose desde una roca sobre el estanque. Mi abuela sentada bajo los árboles, cascando las almendras.

Silbar para contar. Palabras y frases para representar el polvo de las calles de Jaquí, el destino del fundo Anqui. Las caminatas entre las matas de olivos de las chacras, la pobreza que se miraba con curiosidad. Porque si así vivían ellos ¿por qué no uno? ¿Qué tanta diferencia hacían el agua corriente, la electricidad? Si se estaba tan bien, leyendo bajo el enramado.

Narrar para volver, para entender mi recorrido.

Silbar, al fin y al cabo, para que esas imágenes sobrevivan.

 

 

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