Ser un fragmento vivo dentro de una obra expuesta en el Reina Sofía. Testigos de muchos ojos y pocos oídos durante cinco meses de exposición.
En febrero de este año intercambio unos correos con Simone Forti sobre la preparación de sus Dance Constructions dentro de la exposición +-1961: La expansión de las artes en el Museo Reina Sofía de Madrid. Según vamos intercambiando notas acerca de cómo preparar el trabajo van creciendo las ganas de conocernos y compartir en vivo.
Nuestro primer encuentro es el viernes 14 de junio, unos días antes de la inauguración, mientras acaba el montaje de la exposición. Yo recién llegada de Nueva York, ella de Los Ángeles. El sábado almorzamos compartiendo fragmentos sobre nuestras vidas. La reunión avanza hacia una nueva amistad… Tengo la sensación de tener conmigo a una amiga de una generación muy lejana… Ella tiene casi ochenta años.
El domingo nos reunimos con el resto de performers. A algunos les conozco, otros son familiares, también algunas caras nuevas. Hay buena energía y ganas de embarcarnos en la transmisión de las obras.
Simone pregunta por un nice space en el museo donde poder trabajar un poco para conocernos antes de pasar a aprendernos las piezas. El hall del auditorio de Nouvel con suelo de madera y luz natural nos encanta. Pasamos allí el resto de la mañana entrando al trabajo con los cuerpos.
Comienza la sesión: calentamiento sencillo, nos descubre algunas técnicas físicas que se utilizan en los hospitales en China para mantener el ánimo elevado y disminuir el estrés. Y sigue… Pasamos entre los huecos, creamos paisajes con los cuerpos, comenzamos a trepar. Transcurre una mañana bien rica en la que nos relacionamos con poca palabra y mucha escucha, acción y cuerpo.
Abajo en la sala de exposiciones se inicia la primera toma de contacto con los materiales… la rampa y las cajas de madera, la cuerda suspendida. Algunos probamos, otros miramos. Poco a poco vamos entrando todos en niveles más sutiles de percepción.
Quedamos enamorados de su energía, nos contagia su manera de mirar, su fina escucha. Se desvela el espacio entre los cuerpos mientras suben y bajan por las cuerdas de Slant Board, o el sonido –existente ya en la sala– al que está acompañando la acción de la cuerda, que adquiere aquí un nuevo título: Accompaniment for Sound. (En lugar de Accompaniment for Two Sounds de La Monte Young; éste no dio los permisos para que se utilizara su obra en la exposición actual +-1961).
Simone cuenta que Platforms, donde se introducen dos debajo de las cajas de madera para silbar, es un dúo de amor. Señala cómo sucede en las parejas que, aunque duerman juntas, están cada uno en su sueño particular. A veces coinciden los silbidos, otras parecen un diálogo. Estamos en lo mismo a ratos y, por momentos, cada uno en lo suyo.
Otro recuerdo compartido: cómo surgió Slant Board. Cayó enferma un día que pensaba ir de excursión a la montaña con los niños con los que trabajaba en aquella época. Le pidió a Robert Morris –su marido entonces– que construyera una estructura que le permitiera escalar y así apareció la tabla inclinada con las cuerdas, listas para trepar.
La canción sacudiendo enérgicamente la cacerola llena de clavos es una censura. Escuchamos cómo nació Censor. Vivía ella en Nueva York en los sesenta; un día en una estación de metro se fija cómo, al llegar al andén, el tren produce un sonido chirriante y estridente. Simone se arranca a cantar a grito pelado. Esa sensación de poder cantar con el volumen que quieras y que nadie te escuche.
Confiesa que es la primera vez que alguien que no sea ella realiza esta canción con cacerola, hasta el momento tan sólo ella lo había interpretado cantando siempre la misma canción popular italiana. Como hará aquí el día de la inauguración en el Reina Sofía. Clara, una de las performers del grupo, italiana, conoce la canción y la canta cada vez que le toca realizar Censor. En cuanto al resto… cuando le toca, cada uno escoge una canción popular que le resulta familiar en su idioma.
Esta canción popular censurada resulta que es un ‘other thing’. Dance constructions and some other things se anunció la noche de 1961 en que iban a mostrarse las piezas en el loft de Yoko Ono en Nueva York. Además de las “construcciones de danza”, Simone tenía una serie de “otras cosas”, que también sucedían en la muestra. Para la exposición en el Reina Sofía nos cede cuatro dance constructions –Slant board, Huddle, Platforms, Accompaniment for sound– y una other thing, que es Censor.
Nuestro querido Huddle, la única acción que no usa más que nuestros cuerpos, todos los del grupo, sin otra estructura en la que apoyarnos. Somos ocho performers. Nos organizamos por turnos para realizar las dance constructions: subir y bajar en Slant Board, suspendernos en la cuerda en Accompaniment, o silbar en Platforms. En cada acción participamos dos personas. Sin embargo, para el Huddle solemos estar todos.
Es un grupo heterogéneo el que hemos formado. Andamos entre los veintimuchos y los cuarenta y tantos. No venimos todos del mundo de la danza, aunque la mayoría incluye el trabajo con la escena y el trabajo con el cuerpo en su vida o su profesión. Además de bailarines hay una escultora, un ilustrador, otro que viene del circo, algunos actores, un masajista de shiatsu, una traductora y modelo, y un par de profesoras de inglés. Durante los casi cinco meses de duración de la exposición se han mezclado todos estos cuerpos en unos 300 huddles.
Simone siembra sus huddles en diferentes puntos del planeta. Una acción que, una vez experimentada junto a ella, tiene su propia vida. Llegan noticias e imágenes que muestran cómo continúan realizándose en diferentes contextos, en diferentes partes del mundo. Y se extiende: desde el Conservatorio Superior de Danza nos han invitado a para proponérselo allí a los estudiantes.
Y acompañándonos durante todos los pases, cada día que vamos al museo, nos encontramos con Onion Walk, el paseo de la cebolla. En principio ahí estaba, la cebolla posada sobre la botella… durante los calurosos meses del verano madrileño. Van pasando los días y la cebolla no brota, no acaba de empezar a caminar. No hay manera. Experimentando en casa, plantando cebollas en diversas macetas, finalmente aparece el primer brote. Ésta sí. Ésta sí que se vuelve loca y ya no hay quien la pare. Es sustituida por la cebolla seca… Así comienza el bello paseo de la cebolla que, unas semanas antes de la clausura de la exposición, finalmente cae.
Ser una obra más dentro de museo, sujeta a las miradas y oídos de los visitantes, sin ningún tipo de presentación o anuncio previo, se convierte en una experiencia única para todos los que estamos allí. Hay miradas que pasan de largo, otros quedan desconcertados y no saben si mirar o seguir caminando, algunos ojos se clavan y permanecen en la sala hasta que acaban las acciones. Incluso vuelven al siguiente pase, tras haber visitado la exposición. Los más pequeños detienen a los padres, sus sentidos abiertos y su curiosidad tan despierta conecta con las obras que suceden en vivo. Ojalá continuara esta ola en la que se dejan ver los cuerpos y en la que las artes en vivo se van incluyendo dentro de lugares expositivos como el museo. Espacios tan visitados y accesibles a todo tipo de público que acaban transformando lo marginal, lo excluido, lo raro, en una obra de arte.
Ahora mi sueño es volver a encontrarme con Simone, paseando de su brazo como en los pueblos, en alguna calle de Los Ángeles camino a su museo favorito.
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Tania Arias Winogradow, bailarina, pluriempleada, en peligro de extinción –como el lince ibérico–, es la coordinadora de las performances de Simone Forti incluidas dentro de +-1961: La expansión de las Artes, dentro del MNCARS (Madrid), que se celebraron entre junio y octubre de este año (las últimas performances serán el lunes, 28 de octubre)