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Simulacro

Contar lo que no puedo contar   el blog de Joaquín Campos

 

La mayor perversión del simulacro es que sabes que, tarde o temprano, va a acabar pasando de verdad. Por eso en Pekín, descontando a los nacionalistas recalcitrantes, que se cuentan por millones, hay gente que está hasta el gorro por el engorro que en esta última semana están padeciendo los que tienen negocios, acuden a éstos o, simplemente, quieren cruzar una avenida para hacer la compra del día. Porque debe saberse que el próximo 3 de septiembre el Partido Comunista chino ha organizado una gorda para enseñar al mundo su músculo militar y esencialmente para recordarle a Japón que no se van a ir de rositas. 70 años desde el final de Segunda Guerra Mundial, que por estos lares en vez de olvidarse con el paso del tiempo, se acentúa su recuerdo, mejorándose con la edad como los prioratos tintos o la madera nueva recién encolada.

 

Para los fastos han organizado un simulacro que tiene a Pekín partida en dos. Aquí los economistas, ni nativos (lavados el cerebro) ni importados (por solidaridad, también se los lavan) abren la boca para comentar las pérdidas que deben generar tantos días de asedio, molestia, calles y avenidas cortadas y todas esas formas dictatoriales hasta el límite no ya del aguante, sino de la comprensión del ser humano que aquí decide volver a ser primate y dejar de hacerse preguntas.

 

Días antes de este fin de semana de gloria –la magnificación del deleite será el próximo jueves 3 de septiembre, o sea, que el evento cae entre semana– la policía, además de los matones y chivatos del Partido, que como las ratas, están en cada calle de la capital doblemente olímpica, aconsejaban a sus vecinos salir de Pekín durante este fin de semana que ya termina. Abrir las persianas en las avenidas por donde discurrió el simulacro conllevaba castigos algo severos en forma de dos semanas en prisión para el curioso. Que nada debía saberse de la gran sorpresa, tras las explosiones de Tianjin, con las que el PCCh quiere abobar a su pueblo y asustar al resto del mundo, en lo que en realidad en Occidente se suele ver como un ejemplo de hasta dónde el ser humano es capaz de seguir al pie de la letra una locura colectiva: ¿o es que no han visto nunca imágenes de este tipo de desfiles en China, donde la perfección colectiva roza el ingreso general en un psiquiátrico?

 

El próximo 3 de septiembre China mostrará al mundo un desfile épico, ordenado, chusco, escasamente alternativo, entre rascacielos y centros comerciales. Y mientras muestra ocultará: la contaminación, a los disidentes… Y el mundo, al unísono, se acercará cada vez más al barranco al que caeremos, más pronto que tarde, todos juntos.

 

 

Joaquín Campos, 23/08/15, Pekín. 

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