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Mientras tantoSin moralina. Entrevista a José Henríquez. Parte uno

Sin moralina. Entrevista a José Henríquez. Parte uno


Quedamos en un café. Un lugar agradable. Nos saludamos y comenzamos a hablar. José Henríquez (Santiago de Chile, 1947), periodista, escritor y crítico teatral que desde los años ochenta colabora con publicaciones como la Guía del Ocio, La Gaceta del Libro, El Público, Primer Acto o la revista Ubú, entre otras. En 2007 recibió el Primer Premio Internacional de Periodismo Cultural Paco Rabal; tres años más tarde fue el ganador del Premio de Ficción Radiofónica Margarita Xirgu.

Vivías en Chile durante el golpe de Estado de 1973. ¿Cómo afecto la Dictadura al teatro chileno?

La memoria teatral de chile es muy rica. La dictadura no pudo borrar todo lo que se había creado. Es verdad que salieron muchos teatreros fuera y a otros los mataron. Pero la labor de compañías como Ictus, el grupo Alef y su trabajo en la Universidad de Chile se mantuvo presente. Yo no sentí el cierre de los espacios durante los tres años que estuve ahí.

¿Saliste de Chile por motivos políticos?

Salí de Chile por problemas de todo tipo.

Y al llegar, ¿cómo viste la escena madrileña?

Aquí el movimiento cultural estaba emergiendo después de 40 años de dictadura. En ese momento, en Madrid, había zonas de muy poco desarrollo cultural porque eran zonas nuevas. Por ejemplo, Móstoles que era una ciudad dormitorio. La escena la conocí por vía de Jorge Díaz que por esos años vivía en Madrid. Él tenía una compañía de teatro para niños que se llamaba Trabalenguas; una compañía pionera en este tipo de trabajo, con obras como El Mariscalito, textos sobre la defensa de la ciudad o mensajes ecológicos, pero sin ningún tipo de moralina.

¿Dónde te encontraste con este teatro?

En los años ochenta viví en Moratalaz y ahí encontré un ambiente muy rico en lo cultural, se presentaban una gran cantidad de grupos de teatro y de música. En esa época Moratalaz recibía mucho teatro que giraba y se representaba al aire libre o en algunas iglesias que se vincularon a movimientos sociales. Ahí conocí al grupo Tábano, el grupo de teatro de la Rivera de Zaragoza, o sea, grupos veteranos de teatro independientes.

¿Cómo ves la escena actual en Madrid?

La escena teatral ha crecido indudablemente en Madrid y realmente es un panorama muy rico e interesante. Creo que en la actualidad debe haber unas cuarenta –o más- salas de teatro pequeñas entre las que figuran en la cartelera y las que no aparecen por medios oficiales. El cambio ha sido tremendo y tampoco ha sido fácil, como lo vemos hoy cuando acaban de cerrar la sala El Garaje Lumiere (con la paradoja de que recibió una ayuda del Ayuntamiento como empresa). Estas contradicciones se agrandan debido al escándalo ocurrido en el Madrid Arena y la muerte de seis mujeres. A raíz de esto se ha comenzado, sala por sala, una inspección que busca cubrirse la espalda. Yo no conozco ningún accidente en el movimiento de salas pequeñas en estos veinte o treinta años. Y es seguramente por las mismas inspecciones y porque las salas se han preocupado de tener cuidado: de qué se hace y de cómo se hace, con el afán de proteger al público.

Y a tu llegada a Madrid, ¿qué salas frecuentabas?

Una era la Sala Cadarso, que era el salón de actos de un colegio. Era una sala de un movimiento pedagógico, de unas cooperativas de actores, que tenían una red de colegios. Y ahí durante un tiempo se hizo teatro con compromiso político; grupos como Tábano o grupos que venían de América Latina y pasaban por allí. Y antes de eso, el teatro independiente madrileño tuvo otra sala que llegó hasta el años setenta que era el Teatro Estudio Magallanes. Pero en los barrios o en los locales de asociaciones de vecinos o en las parroquias también se hacía teatro. Recuerdo haber visto grupos que realizaban obras de Miguel Hernández, de Lorca; pero como teatro amateur, teatro de gente de barrio. Había un movimiento de teatro aficionado muy fuerte en los setenta y ochenta. En Getafe, por ejemplo, contaba con una treintena de grupos de teatro de fábricas, de sindicatos, de asociaciones de vecinos…

¿Qué sucedió con eso?

Los centros culturales que impulsaban el movimiento en esa época ahora mismo están muertos. El gobierno que lleva más de dos décadas en Madrid los ha asfixiado. En los años 70 existían, pero ahora no. Hubo un intento hace poco llamado Distrito Arte que tenía la idea de crear algunas residencias para compañías de Madrid, pero eso no duro ni tres años.

Continuará…

Manuel Rodríguez

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