Para el madridismo y para Sergio Ramos debe de haber sido maravilloso el hecho de que lo pitaran en Wembley. Yo cuando escucho el bufido de la masa me siento tan feliz como Drácula escuchando el aullido de los lobos. Es la señal del triunfo. El ruido de la mediocridad que eleva al triunfador, que en este caso ha sido elegido el mejor defensor de Europa. Sólo esto ya debe de molestar mucho a los pitadores. Es curioso. Más aún cuando Sergio les dice que luego les llamará por teléfono.
Si además resulta que el pitador es periodista, ya tenemos al compositor de la sinfonía inmortal que pronto interpretará su orquesta de lectores. Esta clase de composiciones son horrendas, como se puede figurar. Melodías sin gusto, hechas sin conocimiento alguno. Melodías ridículas y vulgares, canciones del verano pegadizas y hasta soeces que ya tararean incluso en Wembley, lo más cercano en estadio a un teatro de ópera que yo haya visto. Una pena.
Pero yo las oigo y me parece oír a Mozart, a Bach, a Haendel. El otro día en Wembley fue como si sonara La flauta mágica por y para Sergio Ramos, el mito de Camas. Una maravilla. Qué honor para un chico salido de un pueblo de Sevilla. Claro que no todos los silbidos son La flauta mágica porque no todos los silbidos los compone un gran compositor salido del Daily Mirror o del As, esas filarmónicas. En ocasiones la melodía es espontánea y sale del pueblo que no ha ido al conservatorio.
A Piqué, por ejemplo, lo silbaban directamente desde las tabernas. Eran canciones cantadas a pecho descubierto, sin influencia culta, por los parroquianos. Eran precisamente los compositores de cámara, los maestros, quienes trataban de matizar esas composiciones populares o directamente censurarlas para que no fueran homologadas dentro de los cánones clásicos, simplemente porque no las habían compuesto ellos.
Yo estas canciones a veces las canto como si fuera un irlandés con una pinta en la mano, pero no me gusta escucharlas. En cambio, las partituras clásicas no las canto pero sí me gusta escucharlas. Es curioso. Yo creo que es porque el arte de esos Beethovenes de la prensa interpretado por decenas de miles de pitadores es un sonido inigualable, un homenaje incomparable para el protagonista de los pitos, frente a la canción popular que sólo se disfruta interpretándola en el momento, sin mayores pretensiones que la de pasar un rato divertido.
Lo de Ramos en Wembley tuvo que ser un momento inolvidable para él pese a que las intenciones de los compositores y de la orquesta, naturalmente, eran otras. Aquí, en España, tampoco podemos quejarnos, ni mucho menos, de escuela de grandes músicos. De hecho, la Sinfonía Ramosiana (también conocida como el ‘Salah Rhythm”) la han compuesto en buena parte virtuosos españoles, ínclitos autores de celebradas obras maestras como, sin ir más lejos, ‘Pitidos a Cristiano’, quizá la obra cumbre del pitidismo futbolero, un éxito y ya un clásico absoluto en todo el mundo donde se puede sentir con toda su fuerza y viveza el resentimiento más puro con el que se deben de haber solazado unos oídos.