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Siria y los corredores que dan vueltas en círculo

 

Entramos en la sala de exposiciones del centro cultural Niemeyer de Avilés cruzando una puerta en la que puede leerse Siria en letras blancas sobre un fondo negro. El día anterior se ha inaugurado una muestra fotográfica sobre la guerra en Siria con imágenes tomadas por los fotógrafos Manu Bravo y Fabio Bucciarelli. El amplio espacio de la sala de exposiciones está dividido en dos por un muro ondulado. A la izquierda, las fotografías en blanco y negro del fotógrafo español. A la derecha, las fotos en color del fotógrafo italiano. Fotografías tomadas en 2012 y 2013 en la ciudad siria de Alepo.

 

Combatientes del autodenominado Ejército Libre de Siria en pleno combate; un miliciano arrastrando a un herido; un joven abrazado al cadáver blanquecino de un amigo; una anciana cargando con dos bolsas rodeada por las ruinas de edificios que hace no mucho conformaban un barrio; varios sacos de plástico negro envolviendo cadáveres dispuestos sobre el asfalto; un niño con mirada de  espanto y restos de sangre por todo su delgado cuerpo siendo atendido por un médico; un hombre cubriéndose la cara con las manos… Bucciarelli explicó en la presentación de la muestra que decidieron prescindir de las leyendas bajo las fotografías por dos motivos: el primero, y el menos importante, por motivos estéticos; el segundo, porque querían intentar transmitir que todas las guerras se componen de escenas similares. Las fotos fueron tomadas en Alepo, Siria, pero también podrían haber sido tomadas en Iraq, en Ucrania, en Yemen, en Afganistán o en las regiones tribales del norte de Pakistán. Manu Bravo, por su parte, expresó su deseo de que los visitantes saliésemos incómodos de la exposición: esperaba, dijo, que las imágenes nos causasen sufrimiento, que nos jodiesen, porque en el peor de los casos nuestras sensaciones negativas representarían tan sólo un 0,001% de todo lo que están pasando millones de sirios.

 

Son las cinco de la tarde de una soleada tarde de sábado y en la amplia sala de exposiciones no hay ningún visitante aparte de nosotros tres.

 

En la amplia explanada del centro cultural, sin embargo, la actividad es intensa. Se está celebrando el campeonato de España de duatlón por equipos. Cientos de participantes en ropa deportiva van de un lado a otro, a pie o en bicicleta. De una de las carpas erigidas por la organización del evento sale una música estridente que se suma a las voces de los espectadores que corean el paso de los equipos ciclistas que dan vueltas en bicicleta a un circuito urbano. Buena parte  de los espectadores se concentran en las barandas elevadas de centro cultural y en los puentes que salvan la ría de Avilés, conectando la ciudad  con esta mole de hormigón conformada por varias construcciones pintadas de un blanco brillante con las habituales formas sinuosas marca del arquitecto brasileño Oscar Niemeyer.

 

 

Mientras salimos de la exposición se elevan de nuevo las voces. Pasa un equipo de ciclistas. Aplausos y vítores. A los pocos segundos, pasa otro grupo de ciclistas. Más aplausos y más vítores. La realidad puede permitirse ser tendenciosa hasta lo inverosímil sin necesidad de justificarse y –todavía más envidiable- sin que la podamos acusar de demagógica, me digo pensando en el contraste entre la sala de exposiciones vacía y los cientos de personas concentradas para ver a grupos de ciclistas y corredores que dan vueltas y más vueltas al circuito urbano.

 

La exposición  permanecerá abierta hasta principios de junio. Tiempo de sobra para que el equilibrio de la realidad se recomponga. O para que termine de quebrarse.

 

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