Desde el 28 de septiembre los espectadores pueden disfrutar de la comedia Papá y el resto de Marcos Fernández Alonso en la sala La Tirana, sita en el centro de Madrid (Calle Santa Lucía, 10). Aprovechamos la ocasión para charlar con Marcos Fernández Alonso sobre el montaje, la comedia y la actividad teatral madrileña.
En El Gallinero creemos que la risa también es un elemento que promueve la reflexión. Decía Antonio Gala que lo divertido no es lo contrario de lo serio, sino de lo aburrido. Aunque no todo el mundo está de acuerdo. ¿Qué pretende al escribir y llevar a escena un texto como Papá y el resto?
La comedia es un instrumento de reflexión de primer orden porque supone una revisión crítica de uno mismo. El drama explora el daño que nos hacen los demás y la comedia el que nos hacemos nosotros. Al menos la comedia que me interesa a mí.
Entonces, ¿tiene algo que decir una comedia frente a los tiempos tan grises que estamos atravesando?
Es una pregunta complicada. La ficción, en general, ya sea drama o comedia, considera que la existencia tiene lógica, que las consecuencias siguen a las causas, y que retratando esa relación causa-efecto podemos entender la vida y así mejorarla, incluso encontrar respuestas a este embrollo en el que nos hemos metido. Sin embargo, nos engañamos al creer esto porque la realidad no es lógica ni coherente; sino absurda e indescifrable. La comedia te da la oportunidad de reírte del sinsentido, eso sí. En ocasiones también logra añadirle poesía; entonces tienes una comedia excelente.
¿Cuándo y de dónde nace este proyecto?
Papá y el resto nace en 2011, después del éxito sorprendente de nuestro primer montaje, Dime que todo está bien. Una amiga me habló de lo que había sucedido con la urna de un conocido y la anécdota me pareció un punto de partida excelente para hablar de cómo nos relacionamos con nuestro pasado, con nuestros fracasos personales, con las expectativas que otros tenían sobre nosotros. En aquella época yo estaba laboralmente desesperado y emocionalmente destrozado. La escribí muy deprimido. Creo que por eso resulta tan graciosa.
¿Quiénes dan vida a los personajes que pueblan la obra?
Tres actrices y un actor, estupendos, compañeros de la RESAD, con un currículum espectacular: María Segalerva, Isabel Torrevejano, Victoria Dal Vera y Vicente Camacho. Yo me he reservado un secundario. Cuando estoy en escena con ellos me siento totalmente privilegiado y bastante acomplejado. Son asombrosos.
Papá y el resto fue estrenada antes del verano, ¿cómo fue la acogida del público?
Estupenda, la verdad. El estreno en Málaga, donde llegamos como compañía invitada en el último momento al Teatro Echegaray, fue la primera señal de que habíamos hecho algo que tendría recorrido. Los espectadores nos regalaron una ovación de las que justifican todo esfuerzo. También nos regalaron copas después de la función. Esto último fue muy emocionante.
Hemos leído algunas críticas bastante favorables.
Sí, los dos periódicos de Málaga a los que nadie había convocado y varios blogs culturales cuya existencia desconocíamos escribieron cosas muy positivas de nosotros. Yo leía las críticas como si hablasen de otro grupo y otro autor. Mis compañeros les sacaban fotos.
Háblanos un poco de Materialmente imposible (la compañía), ¿cuál es vuestra filosofía de trabajo?
El grupo lo formamos cinco egresados de la RESAD. Estudiamos Interpretación juntos y durante años hemos trabajado en medios como el teatro, el cine, la televisión y diversos centros de teleoperadores. Hacia 2005 decidimos reunirnos para sacar adelante un proyecto propio, un tipo de teatro centrado en el texto y las interpretaciones, un teatro muy desnudo que se pudiese ensayar en el salón de una casa. Los cinco compartimos el gusto por los juegos de palabras, los personajes alejados del tópico, el humor elaborado y ciertas dietas de proteína.
¿Cómo ve el panorama de la dramaturgia emergente?
Creo que estamos viviendo una auténtica eclosión de autores y propuestas que estaban esperando su oportunidad. Lo malo es que la oportunidad ha florecido en tierra quemada, así que la lucha por la supervivencia está siendo muy cruel y es imposible saber cuántos sobrevivirán después del boom. En todo caso me parece que hay dramaturgos alcanzando una altura inédita en los últimos decenios. Alfredo Sanzol me parece un autor mayúsculo. Escribe comedia, no estoy seguro de que se le esté reconociendo en la medida de su talento.
¿Es fácil para un autor ver en pie sus textos?
En el teatro nada es fácil. Vender un texto es directamente épico. Los autores acaban optando por fundar su propia compañía, que a su vez tampoco logra estrenar y acaba optando por abrir un teatro. Es muy extraño.
¿Por eso ha decidido llevar sus propios textos a escena?
Por esa dificultad para vender un texto, justamente, sí. También porque me moría por trabajar con estos actores y porque desarrollar un proyecto propio es duro, pero muy divertido. Yo me formé en interpretación, no dramaturgia, me considero un actor que escribe. Me encanta actuar.
¿Es difícil mantenerse programado en una sala?
Creo que es más complicado entrar que mantenerse. O no, mantenerse es igualmente complicado. No lo sé, es todo dificilísimo, la verdad. Entiendo perfectamente esta fiebre por abrir sala propia, incluso siendo consciente de que se está produciendo una burbuja de sobreoferta que estallará en algún momento.
¿El teatro emergente está condenado a saltar de sala en sala, sin encontrar un espacio que pueda reclamar como propio?
En nuestro caso encajamos bien ser cómicos de la legua en entorno urbano, no lo asumimos como un problema grave, pero sí, el hecho es que el salto a las salas comerciales se está produciendo de un modo extraño, los mecanismos de distribución no atienden a ninguna lógica predecible, es complicado vender un montaje sin una figura en el reparto… A veces parece una condena. Compañías y programadores vamos bastante a ciegas, creo. Probablemente siempre ha sido así.
Hoy están naciendo muchas salas de teatro, a la vez que otras muchas están cerrando, ¿a qué cree que se debe?
Abren porque alquilar un espacio pequeño ya no resulta tan caro y las compañías se aseguran un lugar para mostrar su trabajo. Cierran porque alquilar un espacio pequeño no resulta tan barato y las compañías se aseguran un buen montón de problemas más allá de los estrictamente artísticos. La normativa y la asfixiante burocracia no ayudan, desde luego.
¿Beneficia en algo a la cartelera madrileña o la diluye, situando al espectador en la tesitura de no saber a dónde ir ni lo que ver?
Creo que la oferta actual es tan grande que resulta casi imposible saber qué está pasando dónde. No se debe solo al número de salas; se pierden espectáculos de excelente calidad porque no encuentran un foro adecuado de crítica y promoción. Creo que faltan medios donde se realice un filtrado fiable de lo que se estrena en tantas salas. Verdaderamente, es una situación darwiniana perfecta: sobrevivirá no el más talentoso, sino el mejor adaptado en todos los aspectos, los creativos tanto como los de gestión y promoción. El puro azar también juega su papel. Y los contactos, desde luego.
¿Cómo ve el panorama actual de teatro joven -si acaso podemos utilizar esta categoría-?
Enérgico, a ratos desesperado, excesivo. Vivo.
¿Por qué el público madrileño no puede perderse Papá y el resto?, ¿qué va a encontrar en la obra?
No lo sé bien, yo lo encuentro todo tremendo en la obra, pero la gente se ríe muchísimo… Los actores son excelentes.
Antonio García