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Solo llueve en los pulmones

 

No encontrarás la lluvia en otra parte.
Vivimos en Madrid y solo llueve en los pulmones.
Madrid es una ciudad de más de seis millones de almas, donde todas respiran
(incluidos los parados).
Sucede que miramos al cielo confundidos. En el cielo azul que nos envuelve
viven millones de sustancias venenosas que necesitan el buen tiempo para vivir
(inclusive las inmóviles).
El buen tiempo, entiéndase: aquel que emiten los tubos de escape de los automóviles y no es contrarrestado por lluvias frecuentes que lo arrastra, lo diluye hacia los ríos (y esa es otra historia).
Todos lo saben, lo señalan: un hongo envuelve la ciudad. Es una nube atómica de lenta destrucción, que deja su lluvia en los pulmones.
No encontrarás la lluvia en otra parte.
La lluvia verdadera no quiere venir a la metrópoli, siente asco, o resulta que no puede empujar el ejército de gas contaminante.
Habita feliz en nuestra sangre, se eleva dichosa en cada inspirar y expirar, como el diablo vive en la botella (Stevenson, cuánta falta nos haces), con la inestimable complicidad del Ayuntamiento.
Bien pagado con votos (incluidos los parados), le basta con permitir que millones de vehículos sigan pululando por el centro (inclusive los inmóviles). 
Aquí no nos hace falta el Joker para respirar el gas de Gotham.
 Porque la lluvia no se atreve a entrar en la ciudad.
No se equivoquen, ciudadanos, la lluvia no cree en Batman.
La lluvia sólo cree en sí misma, en su propia acción, que es la acción de cada gota.
Mientras tanto, sólo llueve en los pulmones.
(incluidos los inclusive).

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