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Sombreros en Brighton Beach

 

En Coney Island hay sombreros. Abuelos. Jubilados judíos rusos que siguen poniendo nombres de su país de origen a los bares del paseo. Tatiana. Dimitri.

 

Coney Island es un extremo de una megalópolis, de Nueva York. Una esquina de la ciudad a la que las luces de la Wonder Wheel han salvado del olvido.

 

Coney Island es Big y el tarot de Zoltar. Pero es también un paseo largo de la playa en el que apenas se escucha inglés: el paseo de Brighton Beach, que bordea kilómetros de playa vacía a lo largo de los cuales los jubilados y jubiladas del barrio se juntan para hacer unos estiramientos matutinos o para jugar a las cartas en la terraza del Tatiana. Es agosto. A media hora de aquí, cogiendo la línea Q de metro, Manhattan, frenética ya a las once de la mañana, bulle de tráfico y de gente que juega a las carreras para que las puertas del metro no se cierren.

 

Brighton Beach está en las antípodas de Manhattan. Aquí no hay prisas ni presiones para estar a la última. Es una isla dentro de una isla.

 

En esta serie de fotografías no hay it girls ni hombres de negocios.

 

Solo hay gente frente al mar. Gente que ve la vida pasar.

 

Gente que se resguarda del sol bajo sus sombreros.

 

 

 

 

Laura Ferrero es filósofa y periodista. Trabaja desde hace años en el mundo de la edición. En FronteraD ha publicado, entre otros, Elena Medel lee a Antonio Machado, y un libro que leía su madre antes de ser su madre, Un café con Leila GuerrieroLas infidelidades, o la gran crisis del deseoEl Chad: lejos del desencantoEn letras mayúsculas y Miedo de ser William Stoner, y mantiene el blog Los nombres de las cosas. En Twitter: @Lau_Ferrero 

 

Mariona Palau Capella es fotógrafa. Su web: www.marionacapella.com

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