Se trata de escuchar en mitad de la madrugada, desde la
propia casa.
Hay un silencio del tráfico que no está cerca pero que
zumba, unido, desde distintos puntos cardinales.
La calle, sin embargo, permanece desierta.
Un hombre canta, borracho, en alguna de las pocas ventanas
encendidas, una copla flamenca que habla del amor perdido.
Las nubes reflejan la luz cobriza de la ciudad.
Pasa, ahora sí, un coche a velocidad desmesurada.
Alguien ha dado una patada a un cubo de basura.
De repente se oyen los gritos de un hombre que insulta a una
mujer. «No sabes lo que has hecho», repite. Y se oyen también los
golpes que acompañan la frase, nítidas bofetadas que el silencio de los
edificios amplifica, y choques contra los muebles.
Uno se asoma mirando hacia cada una de las ventanas que
quedan cerca, hacia cada rincón visible de la calle, hacia decenas de lugares
donde debe estar ocurriendo la paliza, «no sabes lo que has hecho»,
el estrépito que las fachadas de los edificios reflejan: espejos que
multiplican y que esconden el origen de la barbarie.
Uno llama a la policía.
La policía pregunta: Dónde.
No lo sé, aquí, en el barrio.
Dónde.
En uno de los edificios cercanos.
Si no especifica dónde, no podemos hacer nada.
….
Nos daremos una vuelta por la zona.
La comunicación se corta. El pitido intermitente se confunde
con el eco de un último golpe, de un último insulto, de un último golpe, de un
último insulto.
«No sabes lo que has hecho».
El silencio regresa y lo envuelve todo, como si naciera de
la luz de las farolas.
Se percibe el sueño que habita en cientos de apartamentos a
la vista. A través de una cortina baila la imagen de un televisor.
El aire vibra con una electricidad que pertenece a la
soledad de la noche, a la penumbra rojiza en la que los edificios se sumergen
afilando sus líneas.
Parece imposible que pase el tiempo, que el mundo no se haya
detenido.
Suena el motor de un coche, y va desapareciendo
Suena el motor de otro coche, y se detiene. Es la policía.
Las ventanillas permanecen subidas, oscuras, como ojos que penetran la
distancia.
Alguien al fin se baja. Camina la calle hacia el Este, luego
hacia el Oeste, y uno puede escuchar los pasos.
El coche arranca, se marcha.