Dicen los jueces que la interpretación de la ley es un asunto fundamental a la hora de impartir justicia. Que una aplicación lineal de la norma sin tener en cuenta determinadas circunstancias (el contexto, la necesidad, etc.) inexorablemente rompe el principio de la igualdad ante la ley. Del mismo modo, los legisladores (léase políticos) cuando sesudamente elaboran una ley debieran de tener en cuenta el azar y las matemáticas.
De otro modo, del Parlamento saldrán leyes absolutamente injustas… por ejemplo la del carnet por puntos. Por más cuidado que pongamos al volante, si conducimos lo suficiente, aunque sea por despiste acabaremos cometiendo una infracción de tráfico y perderemos los codiciados puntos. El azar dictaminará inexorablemente que muchos excelentes conductores pierdan su carnet, mientras que otros temerarios y peligrosos lo conservarán. Y si el legislador de turno piensa (que lo hace) que los despistes de ese conductor se enjugan con la posibilidad de recuperar tres puntos al mantenerse un año sin infrigir la ley se vuelve a equivocar.
No es una cuestión de sentido común (no hay nada tan nefasto como el sentido común que decía que el Sol giraba alrededor de la Tierra, o que esta es plana y nosotros estamos en la parte de arriba…) sino de cálculo de probabilidades; es decir, en este caso en estudiar cómo se distribuyen los sucesos que tienen una probabilidad muy baja de pasen, como que nos toque la lotería o perdamos puntos a pesar de extremar la prudencia en la carretera. Aunque como media sólo cometamos una infracción al año, dado el número de gente prudente que tiene carnet habrá alguno que cometa dos el primer año y ninguna el segundo, o tres y ninguna en los dos años siguientes….
Estos sucesos raros, que se producen al azar siguen una distribución que se denomina “distribución de Poisson”. Aplicando esta norma, (y=(mr/r!)e-m) podemos calcular cuántos de estos conductores muy prudentes (que como media sólo van a cometer solamente una única infracción por valor de tres puntos durante un año) van a perder su permiso. Nada menos que cinco (exactamente 5,55) de cada 100.000 buenos conductores perderán su permiso ya durante el primer año de aplicación de la norma.
Simplemente por culpa de la distribución de probabilidad que por azar siguen los sucesos raros. Si el cálculo base se realiza con diez millones de ‘concienciados’ automovilistas, la resultante es que 555 deberían acudir a los cursos de reciclaje por una cuestión de “mala suerte”. La misma fórmula se puede aplicar para conocer el número de vándalos que escaparan a la ley (los que deberían perder como media 12 puntos al año) y la estadística, en este caso, además de demoledora se muestra pavorosa. Si de verdad hay voluntad de construir leyes igualitarias y justas, no vendría mal que alguno de los parlamentarios cambiara –aunque solo fuera por unos días- el escaño por el pupitre de la clase de Matemáticas… porque afortunadamente no todo es sentido común (también están las matemáticas).
Eduardo Costas, Doctor en Biología