¿Qué sueñas? ¿Cuáles son los sueños que alimentan tu alma? ¿Qué buscas en la encrucijada que atraviesa la senda de tu camino? Son preguntas que me hago cada mañana al despertar, cuando aún están los sueños nocturnos presentes de mi inconsciencia y las ideas se ordenan para enfrentarse a un nuevo día buscando siempre la paz contigo mismo. ¿Qué sueño?. Me gustaría habitar un mundo diferente donde el respeto por lo vivo fuera sagrado, donde la felicidad fuera la melodía imperiosa de nuestros corazones, donde el hambre y la guerra fueran sueños pasados y la belleza y el colorido se mezclaran con la paz y armonía de nuestra existencia. Sueño que la humanidad ha llegado a la verdadera plenitud de su desarrollo y donde la vida es un juego eterno de diversión y aprendizaje. Sueño caminar entre bosques exóticos, melodías de orquestas naturales que abren los sentidos y te transportan al encantamiento de los árboles majestuosos guardianes de nuestro planeta, gigantes que viven un universo más ralentizado que el nuestro. Sueño con la igualdad de especies que habitan nuestro planeta, desterrando el antropocentrismo y conectando con la naturaleza como centro y motor de nuestra existencia.
¿Es utópico? Tal vez, pero las grandes ideas siempre fueron utópicas en el momento de su creación para convertirse unas sí y otras no, en realidades y simientes que pudieron transformar parte de nuestro mundo. Sueño con una juventud comprometida con la realidad de la vida y no virtualmente. Que sepan enderezar lo torcido realizado por nuestra generación, capaces de transformar lo perdido y destruido, por una reconstrucción de una sociedad marginada y sin empatía. Sueño para dejar huella cuando mis pasos por la vida hayan llegado a su final, que mis palabras perduren en el infinito y que llegado el caso, no tenga miedo de saltar al vacío de ese universo que a todos nos espera al otro lado de la orilla.
Y soñando sueño que dejando de soñar me encuentro con que esos sueños han dejado de serlo y no para convertirse en realidad, sino para desaparecer para siempre en la ambigüedad de una sociedad marcada por el capitalismo, las guerras, los asesinatos, la desigualdad, el hambre, la corrupción y una política devastadora que destroza sentimientos y sólo cultiva ambiciones que atacan la moral y la conciencia, donde el poder es el premio brillante de nuestra civilización. Sueños derrumbados y esperanzas perdidas por la arrogancia y la incoherencia de un sistema neoliberal.
Cuántos sueños perdidos al abrir los ojos de lo real. Cuántas lágrimas derramadas por tanta maldad que acampa en nuestra sociedad. Es por ello, que tal vez prefiera seguir soñando en ese sueño donde los sueños sean los que yo quiero soñar y es entonces cuando soñando sueño en un mundo diferente, lleno de paz y amor, de felicidad, donde a través de la ventana seamos capaces de soñar soñando y así al menos poder disfrutar del sueño que nos han robado.
Sueños perdidos
Sueños perdidos.
Gritos del silencio
Ilusiones caídas
y llantos que recorren
las venas heridas
de pasiones que moldean
la frágil vida.
Sueños que arrancan
desafíos imposibles.
Pateras que se hunden
con palabras mudas
e ignorancia consentida.
Hambre que se nutre
de muertes homicidas.
Sueños hundidos
en tormentas fratricidas
que engañan, que ocultan,
temblores suicidas
de un mundo arrogante
donde la huida
nos estremece
en cada sacudida.
Sueños que se evaporan
en la inmensidad del mar,
en el río de la esperanza,
donde sólo la verdad
permanece inerte
en nuestro caminar.
Sueños, ilusiones,
universos donde cada estrella
alumbra un corazón,
un destino final,
unos versos
donde sólo exista: AMAR