Home Mientras tanto Soneto 13 – II, de Rainer Maria Rilke (1875-1926)

Soneto 13 – II, de Rainer Maria Rilke (1875-1926)

 

La poesía es el istmo hacia nuestra consecución, por eso no acepta condiciones, ni amaña pasadizos, ni negocia con sus verdugos.

 

Hace cinco meses, de camino hacia Liubliana y Bosnia, me detuve en el Castillo de Duino, cerca de Trieste, sobre la costa adriática, donde Rainer Maria Rilke empadronó su obra mayor: Las Elegías de Duino. Una mañana de enero de 1912, mientras paseaba por el jardín del castillo, al poeta se le aparecieron las primeras palabras de la primera Elegía: ‘¿Quién, si yo gritara, me oiría desde las jerarquías de los ángeles?’. Rilke tardó una década en completar estos diez poemas inhóspitos para el entendimiento y luminosos como sótanos en el sol. Nada más hollar sus versos el cerebro se hunde hasta las rodillas, y sin embargo con toda claridad percibes que por encima de ese pantano de palabras impera el Sentido. Así empieza la Elegía IX:

 

 

¿Por qué, si es posible pasar así el plazo

de la existencia, como laurel, un poco más oscuro que todo

otro verde, con pequeñas ondas en el borde

de todas las hojas (como sonrisa de un viento): por qué entonces

tener que ser humanos y, evitando destino,

anhelar destino?…

Oh, no porque haya felicidad,

esta ventaja prematura de una pérdida cercana.

No por curiosidad o por ejercitar el corazón,

que también estaría en el laurel…

 

Sino porque estar aquí es mucho, y porque parece que nos

necesita todo lo de aquí, esto que es efímero, que

nos concierne extrañamente. A nosotros, los más efímeros.

 

 

Es asombroso, ¿no es verdad? ¿Acaso saben el filósofo o el científico hallar justificación más alta para la vida? Sino porque estar aquí es mucho: verso artificiero de suicidios. La poesía, cuando faltan pruebas, corrobora nuestra presencia. Pregunta por nosotros la abundancia, el todo nos solicita: quién querrá partir.

 

Tras pasar diez años argentando diez poesías, Rilke escribió los cincuentaicinco Sonetos a Orfeo en tres semanas, en febrero de 1922. Los Sonetos, tan intransitables como las Elegías, están dedicados a Vera Oukama Knoop, una bailarina y artista amiga de su hija que había fallecido a los diecinueve años. Así como en la novena de las Elegías de Duino el poeta nos muestra por qué vivir, en el decimotercer poema de la segunda serie de los Sonetos a Orfeo nos propone cómo:

 

 

SONETO 13 – II

 

Adelántate a toda despedida, como si la hubieras dejado

atrás, como el invierno que se está marchando.

Pues bajo los inviernos hay uno tan infinitamente invierno

que, si lo pasas, tu corazón resistirá.

 

Sé siempre muerto en Eurídice, cantando sube,

ensalzando regresa a la pura relación.

Aquí, entre los que se desvanecen, en el reino de lo que declina,

sé una copa sonora que con sólo sonar se rompió.

 

Sé, y sabe al mismo tiempo la condición del no-ser,

el infinito fondo de tu íntima vibración

para que la lleves al cabo del todo, esta única vez.

 

A las reservas de la Naturaleza en plenitud, a las usadas

como a las sordas y mudas, a las indecibles sumas,

añádete jubiloso y aniquila el número.

 

 

Son las tres de la mañana, estoy caminando por las calles nevadas de Madrid. Alzo el rostro a los copos que descienden. No se escucha un vehículo, no se atisba a una persona, mas no hay vacío: vago entre el hacinamiento de la belleza de la nieve, sobre su clamor callado, pleno en la fragilidad de tal fulgor. Estar aquí es mucho. Algunas veces, como ahora, te sientes sin engaño el eje de la Creación.

 

Al sur del Castillo de Duino, en el otro extremo de Italia, hay temporeros africanos escondidos en los bosques que rodean la villa de Rosarno. En los últimos días los ataques contra extranjeros que trabajaban como jornaleros en la recogida de la naranja y la mandarina han dejado docenas de heridos y han provocado que mil trescientos inmigrantes hayan sido transferidos a centros de acogida de otras localidades. Laboraban en condiciones de explotación para sacar adelante a sus familias. Mientras la violencia crecía, los dos mil inmigrantes que se manisfestaron frente al Ayuntamiento de Rosarno repetían: ‘No somos animales’. Cuentan que la mafia está detrás de los ataques. Quizá, pero quienes desde el poder azuzan el temor y el odio hacia el otro, el distinto, le quitan a las escopetas el seguro y enroscan el silenciador en la conciencia. El gobierno de Berlusconi ha anunciado que aquellos inmigrantes que han sido transferidos de Rosarno y que no tengan los papeles en regla serán expulsados de Italia.

 

Lou Andreas Salomé fue el gran amor de Rainer Maria Rilke. Se conocieron cuando él contaba veintiún años y ella treintaiséis. Se amaron hasta que Lou quiso y se reclamaron hasta que la muerte dio con el poeta. Tras conocer a su amada, Rilke cambió su nombre de pila, de René a Rainer, porque, afirmaba, ya no era la misma persona, y escribió dos poemarios celebrando cómo el otro nos transforma, nos renueva, nos bautiza. Son hermosos los títulos de estos dos libros: Para festejarte, y Para festejarme.

 

Salir de la versión móvil