Spleens. Antispleens. Versos condenados a no encontrarse, pero encadenados forzosamente en este post. Poesía que cual hilo fino se enreda. Son nudos que no se liberan con facilidad. Mezcolanza de ideas que pueden estirarse sin romperse. Contradictorias historias escritas sin la precisión de una narración novelada. Sin nombres concretos. Sin fechas de calendario. Son las palabras eternas. De la razón de la sinrazón. De una locura cuerda. Arte.
Como aquella ‘razón de la sinrazón’ maldita del simbolismo francés, exploradas por Charles Baudelaire, a la locura cuerda de los cantares de un Amor, empalagosamente embriagado, escrupulosamente embrujado, la maestría de Pablo Neruda. De Francia a Chile en un encaje de bolillos surreal entre citas y poemas salteados. ¿Acaso pueden acariciarse Las flores del mal entre Veinte poemas de amor y una canción desesperada y algunos otros poemas de estos autores? He aquí un diálogo imaginado entre estos dos amantes dispares del verso. Están sentados en un banco cualquiera de los Campos Eliseos, una noche cualquiera de París. Están próximos pero, cada uno, ensimismado en su discurso. Me atrevo a poner en boca de Neruda un apócrifo, difundido por Internet, ‘Muere lentamente‘.
Neruda comenzaría diciendo: ‘Muere lentamente quién no viaja, quien no lee, quien no escucha música, quien no halla encanto de sí mismo’. Antispleen.
Baudelaire le contestaría: ‘El demonio se agita a mi lado sin cesar; flota a mi alrededor cual aire impalpable; lo respiro, siento como quema mi pulmón y lo llena de un deseo eterno y culpable’. Spleen.
Neruda: ‘Amáme, compañera. No me abandones. Sígueme. Sígueme, compañera, en una ola de angustia. Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras. Todo lo ocupas tú. Todo lo ocupas’. Antispleen.
Un Baudelaire asombrado preguntaría entonces a un Neruda, extranjero en París: ‘Hombre enigmático, ¿dime a quién amas más, a tu padre, a tu madre, a tu hermana o a tu hermano?’ Spleen.
Neruda, mirando el horizonte de los Campos Eliseos, no escucha, alza la voz queda, entre susurros para exclamar con solemnidad: ‘Para mi corazón basta tu pecho, para tu libertad bastan mis alas. Desde mi boca llegará hasta el cielo lo que estaba dormido sobre tu alma’. Antispleen.
Baudelaire insiste: ‘¿A quién amas entonces, extraordinario extranjero?’ Spleen.
Neruda, absorto, le mira un segundo, en una acción repentina de sinceridad: ‘Me gusta cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca’. Antispleen.
Baudelaire, enfadado le increpa: ‘¡Responde, cadáver impuro! ¿Por tus rígidas trenzas te levantó con brazo febril? Dime, cabeza horrible, ¿en tus fríos dientes hay aún sus últimos adioses?’. Spleen.
Neruda mira al lado contrario de su interlocutor y dice: ‘Para que tú me oigas, mis palabras se adelgazan a veces como las huellas de las gaviotas en las playas’. Antispleen.
Baudelaire desiste, añade entonces: ‘La mujer es el ser que proyecta la mayor sombra o la mayor luz en nuestros sueños; vive de una vida distinta a la suya propia; vive espiritualmente en las imaginaciones que atormenta y que fecunda’. Spleen.
Neruda suspira y escribe bajo la luz que parpadea en una farola: ‘Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso’. Antispleen.
Un desesperado Baudelaire alza la voz en grito, en medio de la noche, para decir: ‘¡Oh vírgenes, oh demonios, oh monstruos, oh mártires! Grandes espíritus negadores de la realidad, buscadores de lo infinito, devotos y sátiros, ora llenos de furor, ora llenos de llantos’. Spleen.
Neruda se despide: ‘Muere lentamente quien evita una pasión y su remolino de emociones, aquellas que rescatan el brillo en los ojos y los corazones decaídos’. Antispleen.
Baudelaire vuelve a increparle antes de desaparecer entre la oscuridad: ‘¡No! ¡Ya no hay minutos! ¡Ya no hay segundos! ¡El tiempo desaparece! ¡Reina la eternidad, una eternidad de delicias! Spleen.