Resulta interesante analizar las expectativas de crecimiento y desarrollo que los Mundiales de Fútbol prometen a los países emergentes y sus costes económicos.
Pongamos por ejemplo el caso del la Copa del Mundo en Sudáfrica en 2010. Fue el Gobierno nacional de Pretoria el que le dio los 470 millones de euros a la City de Ciudad de Cabo para construir el lujoso estadio de Green Point. El problema es que una vez pasado el mundial era la City la responsable de su mantenimiento. No es fácil llenar un estadio de 60.000 asientos en un país que presenta grandes dificultades sociales y cuyo deporte favorito es el rugby o el cricket.
En mayo del 2008 la City puso en marcha una licitación para que el estadio tuviese un operador, es decir: una empresa privada que asumiera los costes. Sólo hubo tres ofertas. Un comité especial escogió un consorcio formado por la compañía de gestión de deportes locales (SAIL) y la operadora francesa Stade de France (Sail Stadefrance) como los licitantes ganadores, entre otras razones porque fueron los que aceptaron el riesgo financiero. El contrato de arrendamiento se firmó por el plazo transcurrido de Junio del 2009 hasta octubre del 2010. El Gobierno de la City pagó 11 millones de euros a la empresa Sail Stadefrance por hacerse cargo del estadio, antes y durante la Copa del Mundo, dando a la City el 30% de los beneficios, teniendo el gobierno local que pagar marketing de los eventos y costes adicionales.
Pero lo cierto es que el contrato con Sail Stadefrance sólo se firmó durante un año, y después de los pocos visitantes que tuvieron durante el campeonato, se mantuvieron escépticos a prolongarlo. Un plan de estudio era lo que fallaba. No había ningún plan financiero de cómo hacer que el estadio de Green Point en Ciudad del Cabo fuera económicamente sostenible una vez finalizada la cita deportiva. Y estamos hablando solo de un estadio de los cinco que se construyeron en el 2010 para el campeonato. El país africano gastó 5.170 millones de dólares en infraestructura para acoger la competición, según informa CNN Expansión. De ellos, 1.400 millones han sido destinados a la remodelación o construcción de diez estadios. ¿Realmente merece la pena?
El caso de Qatar también está lleno de expectativas y distintas opiniones. Es obvia la inversión que el Emirato está realizando en deportes, en parte para diversificar la economía dependiente del sector energético y en parte para prepararse como país anfitrión para el campeonato de la FIFA 2022.
Qatar invertirá alrededor de 200.000 millones de dólares en proyectos relacionados con la Copa del Mundo 2022, según un informe de Deloitte de 2013 que ha sido publicado por Oxford Business Group. De los 200.000 millones, se espera 140.000 millones sean invertidos en infraestructura de transporte, incluyendo un nuevo aeropuerto, carreteras y el metro de Doha, y 20.000 millones en infraestructura turística. Qatar 2022 contará con un total de 12 estadios; nueve de ellos nuevos y tres remodelados, todos con un especial aire acondicionado para combatir las altas temperaturas. El gasto total de esta inversión en estadios rondará los 4.000 millones de dólares. Un dato llamativo teniendo en cuenta el total de lo invertido, según informa América&Industria.
Al igual que Sudáfrica, habrá que analizar si la inversión trae los resultados económicos esperados para un país con poco más de dos millones de habitantes y sin tradición futbolística.