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Mientras tantoSuperantiheroínas

Superantiheroínas


 

Suena Once in a Lifetime

de Talking Heads

 

 

Podemos sentirnos inclinados, en un acto injustamente preventivo, a esperar que al bueno de Noah Baumbach termine ocurriéndole lo mismo, aunque con mayor prontitud, debido a su prolífica actividad –incrementada desde que forma pareja sentimental y artística con la actriz Greta Gerwig- que a Woody Allen, uno de los cineastas con el que se le suele vincular, no sin falta de motivos. Esa incesante actividad, que le ha llevado a estrenar dos películas en un año, y un estilo inconfundible, convertido en marca de fábrica –una puesta en escena naturalista, Nueva York como telón de fondo, la estratégica combinación de lo agridulce, sus largas escenas dialogadas apoyadas en la complicidad actoral, etc.- pueden provocar en determinados espectadores una precipitada sensación de redundancia, de cierta monotonía, que le lleva a agotarse antes de tiempo. Algunos incluso hablan de frustración, por aquello de estar, como le ocurre al cine de Allen, frente a esbozos que no terminan de colmar todas las expectativas. Entonces, pienso, que mal vamos.

 

 

 

Aunque, y aun a riego de que me contradiga, puede que esa incertidumbre, esa falta de estabilidad, no sea del todo contraproducente si entendemos precisamente que el cine de Baumbach, de alguna forma, más allá de presentarnos a sus personajes en permanente crisis, continuos aspirantes a triunfar en la vida pero candidatos principales al fracaso, en permanente conflicto consigo mismos y con el resto, ya sea a nivel sentimental y/o generacional, se trata de un cine que al igual que sus personajes, también se busca a sí mismo. Lo dejaba bien claro en la anterior Cuando seamos jóvenes (While were young, 2014), que giraba en torno a la relación establecida entre dos cineastas, un veterano fracasado y un joven hambriento de éxito, y que conllevaba una aguda reflexión sobre cómo trabajar cinematográficamente la realidad y la ficción. ¿Y cómo entender si no ese momento en France Ha (ídem, 2012) en el que a ritmo de Modern Love, de David Bowie, y a la manera como hacia Denis Lavant en Mala sangre (Mauvais Sang, 1986) de Leos Carax, Greta Gerwig recorría las calles de la ciudad de forma liberadora? ¿Plagio? Por favor.

 

 

El estreno de Mistress America (ídem, 2015) no va a permitir disipar dudas, más bien todo lo contrario. Habrá incluso la posibilidad de recriminarle a Baumbach que haya rebajado su sarcasmo, que se haya vuelto menos hiriente, aunque haya ganado en sutilidad, elegancia y, sobre todo, en complejidad. Tampoco va a ofrecernos ninguna clarividencia en torno a esa búsqueda que sus imágenes camuflan a través de sus comedias amargas centradas, en este caso, en la relación que se establece entre una estudiante universitaria y su futura hermanastra, una hipster neoyorquina que deambula por la vida haciendo un poco de todo y un mucho de nada. Pero ahí está ese momento fundamental, cuando Baumbach reúne a sus personajes, superado el ecuador del relato, en una casa y pone en escena una variante de la screwball comedy, una delicia que nos remite al cine de Howard Hawks, Ernst Lubitsch o, incluso, su admirado Peter Bogdanovich –de quien produjo, junto a su colega Wes Anderson, su última película, Lío en Braodway (She’s funny that way, 2014)

 

 

Así pues, en Mistress America, de nuevo, bajo ese ritmo fluido y esas imágenes que transmiten espontaneidad y autenticidad, se esconde un artefacto perfectamente construido y camuflado, que contrasta con un universo regido por personajes erráticos, que se traicionan, que son incapaces de (re)dirigir sus propias vidas; un universo, en definitiva, dulce y amargamente caótico, que sabe, además, apoderarse de todo un universo cinematográfico sin que ello se convierta en impostura u homenaje gratuito. Mistress America es una nueva demostración de la inteligencia de Baumbach como cineasta, la propia de alguien capaz de dialogar simultáneamente con una determinada realidad de su época y con una tradición cinematográfica, tal y como demandaba Truffaut, -otro de sus referentes-, logrando, así pues, que su cine aúne una dimensión moral de la que adolece, por ejemplo, Woody Allen.

Modern Love (Frances Ha; 2013, Noah Baumbach)

Modern Love (Mauvais sang; 1986, Leos Carax) from JCRS on Vimeo.

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