¡Qué intriga la de este fin sin fin, cuando el cuerpo celeste de ingenieros no halla estrella que nos lleve en camello al nacimiento de una novedad! Mejor humor tendrá la mano de Dios al vernos brindar en sueños, ahorrando el gasto de aire, cada uno para sí: No digan feliz ni fiesta, reliquias léxicas de la tierna edad que, aun vetadas por indignas, son como un surtido de carracas que, llegada la fecha, por su cuenta suenan y resuenan. Mientras la máquina se traga la Historia con todos sus años y buenos deseos, apuremos la marimorena, reunamos los amigos y las viandas, no sea que al final solo queden animales inmundos y haya que comer langosta.