La rebanada, cuanto más fina mejor. No me refiero al jamón -que también- sino al conocimiento. Para digerir la realidad no hay nada como convertirla en rodajas. El tiempo, el espacio, el pensamiento y la materia han sido troceados desde siempre por las disciplinas del saber, empeñadas en una lectura tomográfica de la existencia que facilite su diagnóstico.
Rebanar para recomponer es la base de todo proceso de digitalización. Cuanto más delgadas y numerosas sean las rodajas, más preciso es el resultado. En los primeros años noventa, uno de los hitos del entonces incipiente internet fue el Visible Human Project que llevó a cabo la US National Library of Medicine. El cadáver de un preso ejecutado fue criogenizado y cortado en más de 1800 lonchas de 1 mm. de espesor, que se fotografiaron y pusieron a disposición pública a través de la Red. Lo interesante no era sólo la precisa información anatómica que los cortes proporcionaban, sino también la posibilidad de reconstruir a partir de ellos la totalidad del cuerpo con una enorme precisión.
Cualquier empeño autobiográfico nos obliga a trocear la vida y reconstruirla ensartando los pedazos en el pincho de una narración. La grandeza de los fragmentos reside en que pueden ser recompuestos en algo nuevo y distinto. De esa combinatoria poética habla Anna María Guasch en su libro Autobiografías visuales. El texto, publicado por Siruela, recorre las aportaciones de diferentes artistas contemporáneos a la renovación del género autobiográfico. Sol LeWitt, On Kawara, Cindy Sherman o Jean Luc Godard son algunos de los autores que aquí aparecen proponiendo escurridizos territorios visuales hechos de huellas, trazos, fragmentos, símbolos. Mapas momentáneos más interesados en cartografiar las complejas y cambiantes relaciones entre el mundo y el autor que en la elaboración de narraciones lineales egocéntricas.
Aby Warburg lo dijo antes que nadie. Las rebanadas que nos componen están recubiertas de imágenes. Vivir no es sólo añadir más rodajas al TAC de nuestra existencia, sino saber recombinarlas para estar continuamente inventándonos.