Ya encontraron, madrugadora, la corneta de romper los sueños azules de otros mundos, despiertan urgentemente los intereses y viejos objetos de estudio vuelven al valle tan querido donde los hombres hablan, verbo asombroso. Orquestando también sus campanarios, no antes del tercer desayuno, la mano de Dios compone proféticos discursos sobre asuntos humanos, tan predecibles, sin confundir la ambigüedad del que escribe con la ambigüedad del que lee. Así razonamos como se burlan los dioses: Visto lo visto, estás en lo cierto. Con el ojo vago, la razón corta patrones que ciñen las amplias medidas del mundo, manga ancha para el género humano; clarividente, la razón pura ve los pájaros que encarnan el aire, receta parabienes de las piedras, hace a los hombres engañadores de dioses.