Puedes seguir
si quieres, limeño,
de largo hacia los pozos
caminar por la arena, bordeando el aracanto
por el camino entre los olivos, cruzando el río Yauca, espumoso
cargado del barro que baja por la quebrada
en el verano.
Las dunas, el sol sobre ellas, reclamarán que pauses, que te dejes
tal vez más allá te pierdas, te observará el gran apu, las lomas
la carretera que se angosta al borde del abismo
las pitajayas, la chala, los higos, los árboles de tara
Si te quedas, recordarás
la cosecha de machas a principios de febrero
algún baile apretados,
bajo el enramado, la conchuela del patio
la noche de San Valentín
a tus primos trepados sobre el árbol
de la yunza.
Las botellas vacías, los tíos,
el sabor de tus dieciséis años
el de ella, el del pez que mordió el anzuelo
el del mar
de Tanaka.