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Tantos tontos tópicos (2)

Nuestros tópicos delatan las creencias dominantes en nuestra sociedad, los prejuicios colectivos más o menos inconscientes. En una sociedad, y cultura, y partidos y medios de comunicación… “de masas”, lo que ellos transmiten es lo que gusta a la masa; no por cierto lo más precioso, sino eso que es capaz de aprobar (y consumir) el más torpe de  la muchedumbre. Y como lo que más agrada a la masa es la masa misma, y lo que ella más detesta es el individuo en verdad distinto, acudir a los lugares comunes representa un modo seguro de congraciarnos con la mayoría. O sea, con lo que está mandado. No hay por qué dar razón de ningún juicio de valor, sólo faltaba, en cuanto uno pueda replicar que lo suyo ha sido “un simple comentario”. No habrá aclarado nada, pero se lo aceptarán todos.

 

Esos y otros latiguillos colectivos no se nos adhieren como si fueran un destino inevitable. Es verdad que nos vienen ya impuestos por el ambiente, pero acabamos siendo responsables de hacerlos nuestros y dejarlos circular. Uno diría que, por estar tan enraizados, por ser como los carriles por donde transitan casi todos nuestros juicios, resultan a la vez los obstáculos mayores que la enseñanza ha de remover desde el primer día de clase; si no, nada se habrá logrado. ¿Y dónde se enseña hoy ese espíritu crítico a los propios enseñantes? Hemos, pues, de estar dispuestos a analizar, depurar… y, llegado el caso,  a renunciar a ciertos tópicos en que incurrimos. En sus conversaciones con Janouch, Kafka arremete contra “…el estiércol de las palabras e ideas gastadas, más fuertes que un grueso blindaje. Los hombres se esconden tras ellas del paso del tiempo. Por eso la verborrea es el baluarte más fuerte del alma. Es el conservante más duradero de todas las pasiones y estupideces”.

 

Para que nadie se llame a engaño, conviene advertir cuanto antes que el precio pagado por quien pretenda desbaratar esos prejuicios es enorme. Zarandear los agarraderos más recurridos de las gentes, ponernos delante el espejo en que ver reflejadas su pereza o su tontería…, resulta tarea muy arriesgada. Emprenderla le va a costar al osado la acusación de pedantería, elitismo y vanidad desmesurada. Su destino más probable, el ostracismo social.

 

Nos interesan en especial los tópicos prácticos (es decir, los de naturaleza moral y política), precisamente porque tienen efectos prácticos. De mi conocimiento o ignorancia de una fórmula algebraica nada se sigue para mi conducta o la mejor organización de mi comunidad; pero una u otra concepción de la compasión, la justicia o la tolerancia orientan por fuerza mi comportamiento personal y escogen el modelo de sociedad en la que me gustaría vivir. En el caso de los tópicos políticos, ciertos lugares comunes animan o consienten acciones injustas con la mejor conciencia, provocan efectos públicos desastrosos. “Entre las condiciones para la democracia, la que menos se invoca es que las ideas erróneas sobre la democracia determinan que la democracia funcione mal” (Sartori). Pero si es sólo cuestión de palabras…, se escudarán todavía los más reacios a cuestionar las suyas. A lo que habrá que responder lo de Kafka: que “eso es precisamente lo peligroso. ¡Las palabras son las precursoras de acciones futuras, las chispas de futuros incendios!”.

 

Reunir una colección ni medio completa de tópicos sería un intento  disparatado por descomunal. De entre los muchos vigentes, bastará con estos pocos que he seleccionado para los próximos días.

 

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