Siempre que llego a una ciudad sé a primera vista si nos llevaremos bien o no. Es como si fuese un sexto sentido, como si se tratase de una persona que acabo de conocer y me guío por su mirada. Como escritora describo las ciudades como mujeres u hombres. Londres por ejemplo, con su cielo gris y su tiempo perfectamente cronometrado es sin duda una ciudad hombre. Sevilla, con sus callejuelas serpenteadas, con su suave luz que acaricia las piedras de sus formas es una ciudad mujer. Llegué a Tel Aviv a las cuatro de la tarde, justo a tiempo para ver la caída de su Sol dorado perdiéndose en su horizonte malva. Me di cuenta que era otra ciudad mujer, cálida y acogedora. La arquitectura de Tel Aviv es una mezcla entre estilo moderno y funcional, exactamente la casa alemana blanca Bauhaus, y construcciones antiguas. Seguramente a cualquier visitante le llamará la atención este choque de culturas entre lo viejo y lo moderno, así como las mil ventanas de sus fachadas (cada una con una función distinta) por donde se esconde el sol a lo largo de cada minuto del día. Dicen que una imagen vale más que mil palabras. En esta ocasión os dejo las imágenes para que juzguéis por vuestra propia sensibilidad si se trata de una ciudad hombre o mujer.