Hasta los dos años más o menos no somos capaces de reconocernos en el espejo. Todavía no nos hemos separado lo suficiente del mundo que nos rodea, para señalar un cuerpo, un rostro o un movimiento como nuestro. Todavía no sabemos que la imagen que reflejamos tiene algo que ver con ese conjunto de materia y sentimientos que aglutinamos bajo nuestro nombre, que exponemos y protegemos, que nos da placer y dolor, pero que todavía no identificamos desde fuera. ¿Qué importancia puede tener el sexo en ese momento? Toda.
Cuando por fin identificamos nuestra imagen en el espejo, ya hemos adquirido la primera célula cultural de nuestra identidad: ¿niño o niña? Y la primera célula es importante, forma el corazón y los transplantes no son fáciles.
¿Mujer o varón? Dos alternativas bien definidas por la disyuntiva. Orden binario atravesando todos los órdenes. La duda ofende. ¿Por qué? Algo se rompe si no clasificamos, algo más hondo que la simple división «natural o cultural» entre sexos.
Somos seres tan culturales que hasta podemos naturalizar la cultura.
XX o XY. Ya está. Ahora todos iguales. Diferentes pero iguales. Diferentes pero equivalentes. Igual valor. El valor de persona.
Pero el espejo miente. Y hasta pueden mentir los cromosomas. Y la primera célula se divide y ponemos pendientes para no equivocarnos de mirada. Se divide más y más y la distancia aumenta. Guerreros y princesas (niñerías). Volvemos al espejo y nos reconocemos ocupados en cosas distintas, exponiéndonos y protegiéndonos de cosas distintas y quizá, viviendo otros daños y otros placeres. ¿Qué importancia puede tener el sexo? Toda.
¿Quién soy? No me sirve un espejo con dos reflejos. No me sirve el imperativo de mi reflejo ni su contrario. Hombres y mujeres, ¿dónde se reflejan? ¿Qué espejos, cristales, lentes los limitan, los hacen fronterizos?
¿Quién soy? Quiero mis propias imágenes, mis propios pensamientos, mis propios sentimientos. La jerarquía de los sexos es la jerarquía de la humanidad. El frente de todos los frentes. Poder de personas sobre personas. Ser hombre o ser mujer ¿Qué importancia tiene? Toda: valor y desvalor. Castigo y recompensa. Duda. Conflicto. Dominación. Miles de espejos y unas pocas sospechas de que no son nuestros los reflejos. ¿De quién son? ¿A quién sirven? Tenemos que vernos.