Que no hiciera ni frío ni calor. Que sople un viento tibio varias veces al día y sea impredecible. Los coches desaparecen ahora. Las casas serían rojas. Las personas lo sabrían todo y no necesitaríamos aprender nada más. De vez en cuando una tormenta en la que tenemos que acurrucarnos sin mantas y con las piernas. Se viviría en islas o en líneas discontinuas. En las calles los coches están abiertos y se puede entrar cuando tus amigos están cansados. Puedo subir las escaleras y tocar las cortinas de arriba. Los coches no son de nadie porque tienen las ventanas abiertas. Por la noche no se va nunca nadie a la cama y se duerme allí mismo donde estamos. De todos mis amigos hay siempre cuatro. Tú también estás. Incluso está ella y el nombre. Aquellos que uno no conoce desaparecen. Todo lo que uno no descubre no es posible encontrarlo.
Acaba de mirar.
Tengo ganas de verte en un continente extraño
La mujer zurda, P. Handke