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Testigos del horror. Los corresponsales extranjeros fueron los primeros en entrar en Badajoz tras las tropas franquistas

Poco después de que las tropas sublevadas entrasen en la ciudad de Badajoz el 14 de agosto de 1936, un hombre se escondió en el confesionario de la catedral. Buscaba refugio y huía de una muerte segura. Veintitrés días antes, en la cercana localidad de Zafra, Juan Galán Bermejo se incorporó a la Legión como capellán castrense. Antes había sido el cura de Zafra y era conocido porque llevaba el pelo engominado y sufría una leve cojera que le hacía andar con bastón. El 14 de agosto de 1936, cuando las tropas sublevadas entraron en la ciudad de Badajoz, Juan Galán Bermejo se dirigió a la catedral, entró en el confesionario y mató de un tiro en la frente al hombre que estaba escondido. En las horas que siguieron, el ejército nacional apresó y fusiló a 1.200 vecinos de la ciudad.

 

En la toma de la ciudad de Badajoz y en los días posteriores murieron entre 4.000 y 9.000 personas. La cifra varía porque los historiadores no se han puesto de acuerdo. Lo que sí se sabe seguro es que un mínimo de 4.000 personas fueron ejecutadas en un plazo de dos semanas. El coronel Juan Yagüe era el encargado de encabezar la columna que habría de unir a los dos ejércitos sublevados y también el que lideró la represión a partir del 14 de agosto de 1936. Fue Yagüe quien reconoció que la cifra de ejecutados era de 4.000. Se lo reconoció a John T. Whitaker, uno de los pocos corresponsales que entraron en Badajoz después de que se produjese la matanza. Whitaker recoge en un artículo en el número de octubre de 1942 de Foreign Affairs las palabras de Yagüe:

 

“Por supuesto que los matamos. ¿Qué esperaba usted? ¿Que iba a llevar 4.000 prisioneros rojos conmigo, teniendo mi columna que avanzar contrarreloj? ¿O iba a soltarlos en la retaguardia y dejar que Badajoz fuera roja otra vez?”.

 

La revelación no deja lugar a dudas. Este documento pone de relieve la importancia que tuvieron los corresponsales extranjeros durante la Guerra Civil. Al igual que hiciera George L. Steer con los bombardeos de Guernica, las crónicas de Mario Neves, Jay Allen, John T. Whitaker o los corresponsales franceses de agencias y periódicos sirvieron para documentar los horrores perpetrados en el conflicto que sirvió de campo de pruebas antes de la Segunda Guerra Mundial.

 

Cuatro corresponsales entraron en Badajoz horas después de la masacre: Mario Neves, del Diario de Lisboa; Marcel Dany, de la agencia Havas; Jacques Berthet, de Le Journal de Genêve, y Mario Pires, del también portugués Diário de Notícias. Un sacerdote les hizo de guía y los llevó hasta el cementerio. Allí se habían producido los fusilamientos y allí se estaban quemando los cuerpos. Después de ver la escena, Mario Pires acabó ingresado en un psiquiátrico en Lisboa.

 

De la primera visita de los corresponsales se extrae la primera gran crónica de lo que pasó en Badajoz, publicada por Mario Neves en el Diario de Lisboa y que llevaba como título ‘As colunas de rebeldes prepáran-se para partir’. Fue publicada el 16 de agosto de 1936.

 

La crónica de Neves reproduce la situación de la ciudad un día después de la toma por parte del ejército nacional. En el tercer párrafo del texto, Neves hace referencia a dos periodistas franceses que se encuentran en la ciudad. Son Jacques Berthet y el fotógrafo René Brut, que grabaría imágenes de los cadáveres en la plaza de toros e inmortalizaría el horror en una cinta documental.

 

Uno de los motivos por los que Neves vuelve a Badajoz es el de comprobar qué pasó en la Plaza de Toros. Habían llegado rumores de fusilamientos que estaban teniendo lugar en la plaza de toros de la ciudad. Neves escribió:

 

“Después de algunas dificultades conseguimos entrar en el ruedo. Algunas decenas de presos esperan a que les den destino. Pero la plaza no tiene un aspecto diferente del que observamos ayer, lo que nos lleva a suponer que el rumor es infundado. Los mismos coches destruidos y los mismos cadáveres que tanto nos impresionaron ayer y que aún no han sido retirados”.

 

El valor periodístico de la crónica se encuentra en la manera en la que trata la situación de la ciudad después de la conquista. También llaman la atención los detalles que dotan de riqueza a su texto, como la referencia a los brazaletes que habían de llevar los vecinos como muestra de sus intenciones pacíficas.

 

El periodista portugués también da en su texto una primera aproximación al número de fallecidos: habla de “centenares”. Esto es importante aunque sea una estimación vaga porque ya sienta las bases de lo que posteriormente corroborarían los periodistas americanos en sus crónicas y memorias: el número de ajusticiados. Es necesario hacer hincapié en la cifra porque durante los años de la dictadura se extendió un discurso negacionista de los hechos, un discurso que llega hasta nuestros días en trabajos como los de Pío Moa, que contradice a los testigos directos aportando unas cifras muy bajas respecto a lo que sucedió en realidad.

 

La crónica de Mario Neves abrió la edición del 16 de agosto de 1936 del Diario de Lisboa. Encima del titular y debajo de la cabecera del periódico aparecía la frase “Este número foi visado pela comissao de censura”. Esta censura correspondía al control mediático del régimen de António Oliveira de Salazar y no a la censura a la que estaban sometidos todos los corresponsales que cubrían el avance del bando nacional, porque tanto Jay Allen como Mario Neves escribían desde Portugal. El responsable de la censura franquista en la columna de África tenía nombre y apellidos: Luis Antonio Bolín.

 

 

La censura en Badajoz

 

Bolín era el encargado de acompañar a los periodistas extranjeros que cubrían el avance de la columna del ejército de África que iba de Sevilla hasta Madrid. También era el responsable de la oficina de prensa y su trabajo consistía en entorpecer el trabajo de los periodistas extranjeros, en particular el de los norteamericanos y británicos. Incluso amenazaba con fusilar a los periodistas que contasen más de lo permitido por el impertérrito censor. Paul Preston recoge en el libro Idealistas bajo las balas varios testimonios de la influencia de Luis Antonio Bolín en las oficinas de prensa.

 

Reynolds Packard fue uno de los corresponsales de la agencia United Press en España durante la Guerra Civil. Días después de las matanzas de Badajoz, el New York Herald Tribune publicaba una pieza firmada por Packard en la que informaba sobre lo que había pasado el 14 de agosto. Cuando el texto llegó a manos de Luis Antonio Bolín, en enero de 1937, llamó al periodista y le dijo que se presentase ante él en su oficina de Salamanca. Atemorizado por la fama del censor, Reynolds Packard pidió al director de United Press en Londres, Webb Miller, que informase a Bolín de que él no había escrito ese texto por temor a las represalias o, directamente, por temor a ser fusilado.

 

Packard no escribió esa crónica. De hecho, no hay fuentes documentales fiables que permitan afirmar que Reynolds Packard pisó Badajoz los días posteriores a la toma de la ciudad.

 

Un hecho similar ocurrió con Jean d’Hospital, uno de los periodistas de la agencia Havas que cubrieron el conflicto y que escribió sobre los fusilamientos en masa. También en este caso la agencia protegió al periodista diciendo que no había escrito el texto en cuestión.

 

Luis Antonio Bolín utilizó estos dos hechos para desmentir las crónicas que recogían lo sucedido. Lo que no pudo cambiar fueron las imágenes.

 

El 16 de agosto de 1936 René Brut entró en Badajoz con una cámara y se dedicó a grabar imágenes de los muertos que se iba encontrando: hombres y mujeres, jóvenes y viejos, tirados en medio de la calle o amontonados en fosas, con la mirada inerte o con la cara destrozada por las balas y los golpes. Brut trabajaba para la agencia británica Pathé Newsreel y estaba haciendo una película.

 

El 5 de septiembre de 1936, un grupo de legionarios entró en el Hotel Sevilla y arrestaron a René Brut, que pasó días en el calabozo. Luis Antonio Bolín le visitaba de vez en cuando para recordarle que iban a matarlo. Pathé Newsreel envió una copia censurada de la película de Brut al cuartel general de Franco pocos días después de que el periodista fuese detenido. Esa copia de la película le salvó de morir fusilado.

 

Las prácticas de Luis Antonio Bolín continuaron hasta el final de la guerra conforme avanzaba la columna del ejército africano. Preston apunta a más incidentes con periodistas similares a los que ocurrieron en Badajoz en otros momentos clave de la guerra. Uno tuvo como protagonista al superior de Reynolds Packard. Bolín ordenó arrestar a Webb Miller, el director de la delegación europea de United Press, que por aquel entonces se encontraba en Torrijos cubriendo la guerra. A Miller lo detuvieron porque los censores leyeron mal un telegrama. En el papel ponía que existían rumores de una posible conspiración para matar al general Mola y los censores lo entendieron como si se tratase de una orden directa. Es decir, como si el propio Miller estuviese conspirando para matar a Mola. Las autoridades militares decidieron fusilar al conspirador allí mismo, pero un oficial educado en Inglaterra ejerció de intérprete de Miller, el malentendido se aclaró y a Miller no lo mataron. Así lo explica el propio Webb Miller en su libro I Found No Peace que cita Preston en su libro sobre los corresponsales.

 

El primer periodista que se atrevió a cifrar en más de 4000 el número de víctimas de la represión franquista en Badajoz fue Jay Allen en su crónica para el Chicago Tribune. El texto aparecía en portada y en el titular se incluía la palabra “masacre”. Allen también fue el primer periodista norteamericano en escribir sobre la matanza de Badajoz.

 

La crónica relata el viaje de Allen a Badajoz y afirma que es el primer periodista que entra en la ciudad sin un pase de prensa. El texto está fechado en el 23 de agosto, nueve días después de la caída de la ciudad. Jay Allen relata el procedimiento que seguían los militares para decidir si fusilaban o no a alguien: le abrían la camisa y buscaban marcas en el hombro que indicasen que había empuñado un fusil. Si tenía, lo mataban.

 

Existe una contradicción entre las crónicas de Neves y Allen: la plaza de toros. El periodista portugués afirma que en la plaza de toros de Badajoz no estaban produciéndose ejecuciones en masa y Jay Allen dice lo contrario. Es más, Allen cifra en 100 las ejecuciones diarias que se producían en la plaza de toros de la ciudad. “En 1.800 cadáveres hay mucha sangre”, escribió Allen.

 

De la manera de escribir de Jay Allen se desprende una cierta desviación ideológica a la hora de hablar de la República: las opiniones del periodista salen a relucir en numerosos pasajes de la crónica. Fue precisamente su simpatía por el gobierno republicano lo que le acabaría costando el puesto de redactor en el Chicago Tribune dos años más tarde.

 

El otro periodista norteamericano que escribió sobre los hechos fue el ya citado John T. Whitaker, que trabajó como periodista para el New York Herald Tribune y que podría ser el autor del artículo mal atribuido a Reynolds Packard.

 

 

Los diarios francófonos

 

Dos de los periodistas que entraron y cubrieron la masacre de Badajoz hablaban francés. Eran Marcel Dany, que escribía para la agencia Havas, y Jacques Berthot, que cubría la guerra para el periódico Le Journal de Genêve. Es difícil establecer una clara autoría de los textos recogidos en los periódicos Le Journal de Genêve y Le Populaire, los dos que recogieron inmediatamente después de los hechos crónicas sobre los fusilamientos en masa, porque las noticias no venían firmadas.

 

Le Journal de Genêve recogió en páginas interiores una breve nota sobre la caída de la ciudad en su número del 16 de agosto de 1936. Sin embargo, dos días después, el periódico publicó una primera información sobre posibles ejecuciones en masa en la ciudad. Era una información breve y no estaba firmada, pero según los textos de los historiadores el corresponsal de ese y otros periódicos en España era Jacques Berthot.

 

En la otra cara de la moneda se encuentra el periódico francés Le Populaire, que era el diario oficial del partido socialista. Aquí los titulares son mucho más llamativos y la información publicada en la página tres de la edición del 16 de agosto de 1936 habla también de ejecuciones en masa. La crónica está firmada desde la ciudad de Elvas, la misma donde se alojaban los periodistas extranjeros, y por la rapidez con la que se publicó todo hace pensar que el autor de esa noticia era uno de los periodistas franceses que entraron en Badajoz inmediatamente después de la masacre.

 

Marcel Dany fue uno de los enviados de la Agencia Havas en España. De acuerdo con lo que publica Preston en su libro Idealistas bajo las balas, Dany fue testigo como periodista de lo que ocurrió en Badajoz. Además, la revista Tiempo de Historia publicó un editorial en su número 58, que data del mes de noviembre de 1979, en la que se muestran fragmentos de una conversación con Marcel Dany a propósito de un artículo publicado en números anteriores de la revista. En la entrevista, Dany afirma:

 

“La plaza de toros sirvió de prisión durante los primeros momentos. Había centenares de prisioneros. No dejaban de traer nuevos presos en camiones. Yo los vi llegar acompañados de los camisas azules de Falange […]”.

 

Ya que los textos de Le Populaire no venían firmados, y por la manera en la que estaban escritos, podría decirse que eran textos de agencia o que estaban elaborados a partir de textos de agencia. Teniendo en cuenta que Marcel Dany trabajó como reportero para la única agencia francófona que cubrió lo ocurrido en Badajoz, es muy posible que los textos publicados en Le Populaire estén escritos por Marcel Dany.

 

 

Salvando la censura

 

La cobertura informativa de la matanza de Badajoz de 1936 que hicieron los corresponsales extranjeros difiere entre sí según quién la escriba y según la ideología del medio. También influyó en el tratamiento informativo la censura en el caso de Mario Neves. Eso sí, el empeño del censores como Luis Antonio Bolín no impidió que salieran a la luz las crónicas de Jay Allen, John T. Whitaker y los periodistas franceses explicando lo que ocurrió de verdad. En España, la censura de los dos bandos primero, y la imposición del discurso de los vencedores después, impidieron que se supiese qué pasó realmente en Badajoz hasta muchos años después. Hoy en día la cifra de muertos definitiva sigue siendo un misterio y continúa siendo objeto de enfrentamiento entre historiadores.

 

La mañana del 24 de agosto de 1936, en Chicago, un niño vendía ejemplares del Tribune en el cruce de dos concurridas calles. Uno de los muchos compradores del periódico de ese día se enteraría de que 4.000 españoles fueron masacrados en la ciudad de Badajoz fruto de la represión del ejército sublevado. En España muchos no se enterarían hasta 70 años después.

 

 

 

 

Bibliografía citada:

 

Allen, Jay. ‘Slaughter of 4000 in Badajoz, “City of Horrors”’. Chicago Tribune, 30 de agosto de 1936, extraído de VV.AA. (2006) Corresponsales en la Guerra de España, Fundación Pablo Iglesias, Instituto Cervantes, Madrid.

 

Neves, Mario. ‘As colunas de rebeldes prepáram-se para partir’. Diario de Lisboa, 16 de agosto de 1936, extraído de VV. AA. (2006) Corresponsales en la Guerra de España, Fundación Pablo Iglesias, Instituto Cervantes, Madrid.

 

Preston, Paul (2007). Idealistes sota les bales. Històries de la Guerra Civil, Ed. Proa, Barcelona.

 

Preston, Paul (2011). El Holocausto Español. Ed. Debate, Random House, Barcelona.

 

Preston, Paul (1987). La Guerra Civil Española. Ed. Debate, Random House, Barcelona.

 

Whitaker, John T. (1942) ‘A Prelude to World War: A Witness From Spain’. Revista Foreign Affairs, octubre de 1942. Recuperado de: https://www.foreignaffairs.com/articles/spain/1942-10-01/prelude-world-war

 

Sin especificar (1936). ‘Exécutions en masse a Badajoz?’. Le Journal de Genève, domingo, 16 de agosto, 1936.

 

Sin especificar (1936). ‘Les fascistes massecrent la population de Badajoz! La ville est a feu et a sang’. Le Populaire, domingo 16 de agosto, 1936, página 1.

 

Sin especificar (1936). ‘Executions en masse ont et lieu’. Le Populaire, domingo 16 de agosto, 1936, página 3.

 

 

 

 

Santiago José Sánchez estudia Periodismo y Ciencias Políticas en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona mientras aprende el oficio en la delegación catalana de Europa Press. Ha trabajado como redactor en la Cadena SER y ha publicado reportajes en el diario Ara, Vilaweb y El Punt Avui. En Twitter: @santisanchez94

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