Se abre el plano mientras se escuchan los aplausos en la sala de prensa. Frente a los micrófonos, Guardiola y Rosell se abrazan. Acaban de anunciar la marcha del primero, tras cuatro exitosos años como entrenador del FC Barcelona. Y se escuchan aplausos.
Aplauden quienes están sentados en primera fila. Son algunos jugadores del Barça: Puyol, Xavi, Busquets… aplauden quienes están de pie, empleados del club. Y aplauden unos señores, frente a sus ordenadores. Son periodistas cubriendo la noticia deportiva más importante del día y aplauden al protagonista de la historia.
Se marchó Guardiola y lo hizo entre los aplausos de los periodistas. Los mismos que después no harían una sola pregunta incómoda. Se marcha un genio, dirían unos; gracias Guardiola, escribirían otros… Un agradecimiento de forofo a quien no concedió una sola entrevista a ningún medio en cuatro años.
«Me pasé de tonto y él de listo», declaró en abril de 2011, cuando un periodista italiano decidió publicar unas declaraciones del ya ex técnico azulgrana rompiendo el ‘off the record’. «Soy muy joven y en el futuro aprenderé». Y lo hizo, porque solo aparecería en una conversación con Fernando Trueba al amparo del Banco Sabadell. Con las ruedas de prensa era más que suficiente.
No sé si Alejandro Carantoña los llamó blandos e irresponsables en un capítulo anterior de su blog. En el 127 lo hace con aquellos que se levantaron cuando uno de los matones de Nikos Michaloliakos obligó a los periodistas que iban a cubrir su comparecencia a levantarse ante su entrada. Un signo de respeto al líder neonazi que ha conseguido entrar en el Parlamento griego. Un acto de cobardía, más bien, por mucho que grite un tipo con la cabeza rapada. Solo una periodista se resistió y abandonó la sala. Quienes se quedaron, además de soportar la vergüenza de ceder ante un señor que pide minar las fronteras para acabar con la inmigración, tuvieron que aguantar una regañiña. «Voy a avanzar, enfrentándome a la tiranía de los medios de comunicación, de las televisiones y los periódicos», les recriminó Mihaloliakos con una molesta voz de pito.
Y me pregunto qué pensará de todo esto Helen Thomas, que cubrió durante 49 años seguidos la labor de diez presidentes de Estados Unidos. «Todavía voy a la Casa Blanca y participo en las conferencias de prensa regulares de los funcionarios y del portavoz presidencial –afirma en una entrevista publicada en 2007–. Pero no me dejan preguntarle a Bush porque no le gustan mis preguntas. Él suele traer una lista de periodistas a los que deja que le pregunten. Yo no entro en esa lista».
Hizo famosa la frase «Gracias, señor presidente» mientras tuvo la potestad de hacer la primera pregunta de las ruedas de prensa. No era un agradecimiento forofo, solo una muestra de cortesía cuando acababa su pregunta. No le tembló el pulso ni cuando Richard Nixon le felicitó en público por ser nombrada jefa de departamento de la Casa Blanca para la agencia UPI, la primera vez que lo conseguía una mujer.
«Cuando me levanté pensé: ‘Qué demonios voy a hacer ahora’. Había ido preparada con una pregunta muy dura acerca de una cinta que le involucraba en el encubrimiento (Watergate). Por un lado tenía esa pregunta –recuerda en el documental ‘Thank You Mr. President’–. Y por el otro pensé: ‘Qué van a pensar los estadounidenses de mí. Cómo puedo hacer una pregunta tan dura al presidente cuando él ha sido tan amable conmigo’. Pero después pensé: ‘Qué van a pensar todos mis compañeros, que con halagos se consigue todo’. Tomé la decisión y decidí hacer la pregunta, pero me sentí muy mal».
—Señorita Thomas— abrió juego Nixon.
—El señor Haldeman, su antiguo jefe de gabinete en la Casa Blanca, ha sido acusado de perjurio por declarar que usted dijo que no sería correcto sobornar a los acusados por el caso Watergate para silenciarlos. Y en agosto, usted dijo que eso era cierto. ¿Podría aportar pruebas que confirmen que afirmó que no sería correcto?
—Señorita Thomas, como bien sabe, sería inadecuado que comentara…