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The African pavillion o el nuevo orden mundial

 

Sin necesidad de hacer un gran esfuerzo, una rápida ojeada a la pirámide del poder mundial nos permite entender que en los puestos altos de la misma están los grandes empresarios y fabricantes de la tecnología. El siguiente escalafón está ocupado por los que más conocen y usan, compran y venden esta tecnología, que son los militares, o civiles que controlan el poder. Nunca han bajado de este puesto. En un puesto intermedio entre los empresarios y los militares usuarios de tecnologías más o menos secretas están los políticos de Europa, algunos de América Latina y otros de Asia. Suele ser normal que todos sean corruptos.

 

Los políticos, como se ve, deben sus días en la televisión a los que más poder tienen. Están a merced de los que más dinero tienen, pero se les consiente que, de vez en cuando, actúen como si fueran personas de dignidad. El resto de los políticos que existen en el mundo, ocupe o no puestos altos en sus países, pasa a engrosar la larga lista de hombres de paja para contener a los hambrientos. O hacer que no prosperen nunca en su vida. El siguiente escalafón está formado por gente que no tiene poder alguno, y que está al servicio de los intereses de los de arriba. La mayoría de esta gente está empleada casi sin salario en la producción de manufacturas de los ricos, los cosedores de ropa de toda Asia a menos de un dólar el día.

 

El siguiente grupo de servidores son los negros. Todos los negros, sobre todo los que viven todavía en el continente africano. A estos, y ocupen el puesto que sea en sus respectivos países, se les emplea para machacar a los negros, literalmente. Y cuando se mira el continente africano, uno se da cuenta de que existe un plan preconcebido para mantener el estado de las cosas del poder. Que cada cual piense y se exprese como quiera, pero echemos una mirada al continente africano. Miremos por una vez a los negros.

 

Ahora que estamos escribiendo este artículo, debe haber cientos de negros en el monte Gurugú esperando que la noche se abata sobre ellos para hacer sus juramentos ante las cuchillas de Melilla. Han de entrar, cueste lo que cueste, suelen jurar. Pero aunque estos negros llevan muchísimos años intentando y consiguiendo entrar en España, echas una mirada a los sitios importantes de España y no ves a ninguno de ellos. No están. España, que nunca ha tenido contacto colonial con ningún país africano, gracias a Dios, no tiene a gente africana en ningún escaparate público. O sea, ni los que han conseguido entrar hace 25 años ni los que nacieron en España gracias a la temprana entrada de sus padres atesoran suficiente saber para ocupar ningún puesto público. ( De hecho, para encontrar alguno se recurre muchas veces al betún).

 

Los guineoecuatorianos, que aprendieron el español gracias a un milagro de la ciencia, no han ocupado nunca ningún puesto en la vida social española que justificara este aprendizaje temprano del español. En definitiva, en toda Europa, en España, y salvo presencias testimoniales, y en esferas concretas, como el balompié y el artisteo de no poder cobrar nada el mes, los negros están invisibles. Esta invisibilidad es la que hace que la actitud numantina de cientos de negros ante las vallas de Melila, y el efecto posterior de verlos llagados, sangrantes y al borde de la muerte por haber atravesado las vallas sea desconcertante. Y es que están poniéndose en peligro por un esfuerzo cuyo resultado será hacerles invisibles. Nadie los verá si consiguen entrar. Nadie hablará de sus cosas. (De hecho, muchas veces son encerrados para que no hablen ni sean vistos).

 

Conocedor del hecho de que el clasismo existe, que la gente opulenta se siente agraviada cuando se produce esta promiscuidad con gente pobre, focalizamos nuestra atención en el hecho de que un negro es sospechoso , con independencia de su comportamiento social en la comunidad de acogida. Sí, de los negros, y de esto damos fe, no se tiene presunción de inocencia. Son peligrosos hasta que se demuestre lo contrario, y pese a que las estadísticas muestran que no son precisamente los que más se involucran en los delitos perseguidos por las comunidades de toda Europa y sabiendo, sin embargo, que no tienen porqué son los únicos santos del mundo.

 

Llegado aquí, y viendo lo lavado de negros que está el mundo desarrollado, nos fijaremos en el continente negro y daremos cuenta del hecho de que en la mitad de los países de ellos una persona cabal, que atesora los conocimientos más profundos, y porque ha tenido el coraje de persistir para alcanzar sus objetivos formativos, es ninguneado y apartado en su propio país. Y si se atreviera a señalar y corregir los errores de las autoridades de su comunidad, además de ser hombre recto, es señalado como un proscrito, actitud en la que participan personas influyentes de allende los mares. Es este uno de los hechos que confirman la elección de África como el verdugo del mundo, y sin que muchos se den cuenta y aunque de ello algunos saquen pecho orgullosamente. Su modus operandi se resumiría así: si en Europa los marginan, aquí los machacamos lindamente.

 

Al final de este articulo, en el que omitimos muchos puntos para no hacerlo prolijo, invitamos a los que nos lean que vean la paradoja de que cualquier cuadro político medio de Guinea Ecuatorial se pavonee de su cochazo mientras una frágil cooperante española se estruje los sesos para encontrar la financiación europea para excavar un pozo de agua potable en un alejado pueblo guineano. Y es que esto se destapa porque forma parte del mismo plan, pues si se ocuparan de la provisión de agua potable a sus ciudades no podrían centrarse en su tarea machacadora. Igualmente es revelador descubrir que muchos negros sobreviven en España de artículos que son de desecho en su tierra. Y es que el que esto escribe podría ser este africano al que vemos por cualquier esquina de las ciudades españolas arrastrando un carrito de compra que contiene hierros desechados, siendo que la chatarra es una amenaza para el medio ambiente de su país, Guinea Ecuatorial.

 

Es este punto donde toca hablar de quién hace la guerra para apoderarse de los recursos de qué continente. O sea, ¿qué oscuras manos hay detrás de las guerras africanas? Pero pensamos que más que esto, de lo que urge hablar es las razones por las que los negros son incapaces de evitar la guerra contra sí mismos para que otros se beneficien, toda vez que ya hemos visto que un africano puede sobrevivir de la venta de hierros desechados del ámbito doméstico, cosa que no le falta.

 

En la vida diaria, cuando una madre es atravesada por la ira y levanta la mano sobre su hijo pequeño, hijo o hija, según la naturaleza le dio a elegir, el futuro castigado no suele tener más recurso que arrojarse, lloroso, a los brazos de su madre, y aunque viera que tiene la mano alzada para infligir el castigo. En estos casos el sentimiento materno filial suele ser tan grande que el hijo se encomienda a ello y que sea con cualquier consecuencia. Quizá sea este entrañable sentimiento el que provoca que muchos africanos, estén donde estén, y quizá recorriendo las calles españolas en busca de desechos domésticos, tengan ganas irreprimibles de volver a sus raíces, aun a sabiendas de que allí serían machacados. Quizá sientan, en el fondo de su ser maltratado, que allá abajo habrá alguno que sabrá llorar su infortunio personal y colectivo.

 

Barcelona, 21 de enero de 2014

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