Fueron vistas por primera vez en 1938 en Oregón. La Corbicula manilenses, también conocida como “almeja de la buena suerte”, es un manjar exquisito para los chinos, pero rara vez se las comen los americanos, así que allí han encontrado un paraíso donde crecer y reproducirse “a deseo”. Es decir; mucho y sin control. Allá donde llegan, expulsan a los moluscos nativos y comienzan su explosión demográfica. Desagües, canales… No existe nada que no sean capaces de atascar.
Empezaron por la Costa Oeste y los expertos pensaban que de ahí no se moverían, pero ya han sido vistas en la Costa Este y mucho me temo que más allá.
En Europa, concretamente en Madrid, esta semana se han detectado algunos ejemplares. Los expertos no encuentran explicación ya que no pueden sobrevivir en agua salada, sin embargo están aquí. Habrán viajado en los excrementos de algún ave migratoria trasatlántica que se ha aliviado sobre algún río de la meseta castellana o en el tren de aterrizaje de algún avión.
Cabe todavía la duda de que se trate efectivamente de las “almejas de la suerte”, ya que el color negro, combinado con rojo o blanco, son los que predominan en las nuestras y son sólo hembras las que forman las peligrosas agrupaciones.
Estos días, en pleno Festimad, se espera una eclosión de estas almejas en Madrid. Aquí les hemos puesto el nombre de “The Clams”, por seguir con esta tradición tan española de utilizar el inglés para ponerle nombre a las cosas. Son herederas del sonido inconfundible llamado soul que viene de la América negra y profunda. Baila, canta y, si puedes y se dejan, cómete alguna…
@Estivigon