Theaster Gates, un artista negro de Chicago en mitad de su trayectoria, cuenta con su primera gran retrospectiva en el New Museum de Nueva York. Gates, principalmente escultor, dedica mucho tiempo a rebuscar y rescatar materiales del South Side de Chicago, donde vive. Entre ellos podría haber cruces y paneles extraídos de una iglesia abandonada, o pieles amontonadas, o vasijas de gres cuyas formas sugieren una amplia fusión de culturas. Tanto Gates como Nick Cave, artista negro gay residente en Chicago, que se dedica sobre todo a la escultura –del que el Guggenheim Museum de Nueva York acoge una exposición hasta el 10 de abril–, beben de una corriente establecida por David Hammons. Este último desarrolló una impactante y desafiante estética afroestadounidense, cercana en espíritu al movimiento del arte povera de Italia, en el que los materiales urbanos, a menudo de desecho, se convertían en el medio de expresión de una poesía basada en la vida de la ciudad y en la pobreza experimentada por las personas de color. Hammons empezó a trabajar hace medio siglo, por lo que el trabajo con objetos encontrados es ya una corriente establecida en la obra de los artistas afroestadounidenses. Gates, que creció en una iglesia, pues su madre era religiosa, suele emplear elementos de desecho de antiguos espacios de culto. Al mismo tiempo, se adhiere a la estética japonesa wabi, cuya fugacidad y descarnada belleza son fruto de su inspirado uso de unos objetos que, debido a su antigua función, poseen un aura de elegancia funcional, a pesar de su aspecto fragmentado y poco pulido.
Trabajar como lo han hecho los tres hombres es haber establecido una estética opuesta a la belleza deliberada de la historia del arte occidental anterior. Todos ellos encuentran en sus relaciones con los restos de su cultura una vía para trabajar con libertad imaginativa. Esta libertad no es solo producto de su imaginación, sino también de la firme decisión de los artistas de representar sus vidas materiales sin pedir disculpas por ello, y utilizan los objetos rotos y olvidados en sus barrios para demostrar su persistencia. Ahora que este modo de trabajar cuenta con una tradición, es posible componer una interpretación de sus creaciones en un sentido tanto estético como social o político. Desde el punto de vista artístico, Gates es el más orientado a la espiritualidad de los tres; en buena parte de su obra, se percibe un anhelo de armonía y paz (es un reconocido tenor). Desde el punto de vista político, Gates, a diferencia de los artistas cuya literalidad puede debilitar su mensaje social, utiliza la metáfora, y transforma objetos desechados en ambientes de belleza lírica. Los objetos, normalmente tomados de la calle o de casas vacías o iglesias decadentes, transmiten cómo era antes la vida de los negros; antes de que la grave pobreza que perjudicaba a su cultura también dañara el entorno en el que vivían.
Gates es, ante todo, escultor, como Hammons y Cave. Por supuesto, existe una larga tradición escultórica el arte africano y afroestadounidense. Normalmente, los objetos construidos por Gates provienen del material descubierto en las calles, que después él mejora. Una de las plantas del museo estaba dedicada por entero a recipientes que parecían a un tiempo usados y nuevos, como si Gates estuviese decidido a encontrar contemporaneidad en el pasado y las diferentes tradiciones artísticas. Sus obras pueden ser objetos ya existentes que él modifica a su gusto. Así, Gates utiliza lo dado como plataforma para su estética visionaria; no solo aborda la forma de la pieza, sino también su vida interna. La mayor parte de su público percibe en su arte tanto un uso funcional como una devoción casi religiosa; además, cabe pensar que la obra procede de una inclinación personal y de una tradición cultural más amplia. Así, la preservación de los escombros y los desechos adquiere un peso metafísico. El objeto perdido no es solo una afirmación estética: se contrapone al aburguesamiento de los barrios donde antaño residían los pobres. La existencia de su arte, baqueteado y con cicatrices, ejemplifica el deseo de Gates de transformar la indigencia en una declaración de belleza formal.
Según las notas de prensa, el título de la exposición, Young Lords and Their Traces (Los Young Lords y sus huellas), se refiere a los pensadores radicales que influyeron en su ciudad natal. Gates también ha sufrido importantes pérdidas en estos últimos años, en los que han fallecido el comisario Okwui Enwezor, la crítica cultural bell hooks y su padre. No se puede decir que el arte de Gates sea solo un acto de duelo: hay demasiada energía en las obras para que el espectador las caracterice como un conjunto de rituales cuyo propósito es compensar la pérdida. Sin embargo, prevalece cierta tristeza en gran parte de las obras, que podría derivar de las moribundas instituciones religiosas que antes florecían en su barrio, o la calamitosa poesía de los fragmentos recogidos en entornos empobrecidos, modificados por el artista. En general, la obra que Gates produce está influida por la imaginación histórica, en forma de reliquias que mantienen sus lazos con el pasado, incluso cuando se les da un uso artístico. Gates nunca abandona su contacto con la cultura negra estadounidense, se trate de objetos viejos o nuevos. Así, las instalaciones y las piezas se transforman en elementos, dominados por la historia, en un arte povera que se acerca a la vida afroestadounidense en Chicago. La trágica pobreza que acompaña a muchas comunidades urbanas negras en Estados Unidos se convierte así en una fuente de creatividad comprometida.
Gates intenta hacer algo respecto a los daños que ha sufrido su comunidad. En el sur de Chicago, está reconvirtiendo edificios abandonados en lugares de encuentro que exploran la cultura negra. Su trabajo revitaliza objetos antiguos, como un órgano de una iglesia abandonada, en declaraciones que impugnan su vulnerabilidad histórica y social. El resultado es que el artista rescata del olvido el pasado estadounidense negro, ya que genera una estética que vincula nítidamente la memoria a las reflexiones del presente: las estéticas, las sociales y las políticas. En cierto modo, pues, la obra tiene que ver con el paso del tiempo, así como con los estragos de la pobreza extrema. El arte povera, el gran movimiento italiano del siglo XX inspirado por el rechazo al materialismo, se retoma en la obra de Gates como una afirmación de persistencia espiritual frente a la oposición y la indiferencia. La obra sugiere una pregunta: ¿cómo un artista resucita una cultura maltratada, traumatizada por la indigencia y el racismo? El rescate de objetos y materiales estrechamente asociados a la cultura negra llega a ser algo más que un mero acto de recuperación: sirve también como plataforma para una nueva perspectiva, donde surgen nuevas formas de calles cuyo abandono transmiten desesperación. Pero Gates no busca la desesperación como tema.
La impactante escultura A Heavenly Peace (Una paz celestial, 2022), casi una instalación, consiste en un órgano Hammond B-3 (fabricado por última vez en 1975) con siete grandes altavoces colgados sobre él, algunos de unos tres o cuatro metros de altura, en la pared. Inevitablemente, el título habla de la educación religiosa del artista, probable resultado de la influencia de su devota madre. Cuando visité el New Museum, nadie estaba tocando el órgano, pero los cables que unen los altavoces al instrumento indican que todavía se puede utilizar. Esta obra es un artefacto de la memoria, imbuido de una presencia espiritual. En el arte de Gates, la memoria funciona de dos maneras: como indicación de un recuerdo personal y como afirmación de determinación frente al prejuicio. El efecto del ambiente, con sus siete altavoces fijados arriba en la pared y sus cables conectados al órgano bien visibles, da lugar a una contundente declaración sobre el arte, la religión y el entorno social. El sentimiento religioso fue, para no pocos afroestadounidenses, uno de los escasos medios a su alcance para soportar el desprecio de la cultura mayoritaria estadounidense. Al mismo tiempo, ofreció cierto margen de oportunidad a las personas inclinadas a la religiosidad, donde la necesidad de trascendencia podía justificarse a la luz de la música y el canto de himnos.
Cross in Sections (Cruz en secciones, 2022) consiste en cuatro piezas de madera en forma de L, tomadas de una iglesia de Chicago que ya no está en activo. En la madera hay líneas o surcos rectos, de modo que se asemeja mucho en la forma, si no en el material o el color, a los cuadros lineales que realizaba Frank Stella al principio de su trayectoria. Sin embargo, no podemos olvidar el título del bajorrelieve de Gates, su identificación con el símbolo más potente del cristianismo, ni podemos evitar reconocer su forma. Gates es especialmente interesante como artista contemporáneo por su voluntad de incorporar el sentimiento religioso, un pilar de la fuerza física de la comunidad estadounidense negra, como ya hemos señalado. No siempre, pero sí a menudo, sus referencias parecen proceder de su experiencia en el seno de la iglesia. Sin embargo, como demuestra Cross in Sections, combina unas transparentes connotaciones religiosas con una visión modernista, basada en la historia del arte reciente. Gates mezcla muy bien sus referencias, y deja que su público reflexione sobre las relaciones entre el sentimiento religioso y el arte contemporáneo, sin duda un tema poco frecuente en la actual creación de imágenes.
Gates también se inspira en la escultura africana tradicional, lo que subraya su amplio enfoque atemporal del arte. En 2021, creó dos obras de cerámica cocida a leña, tituladas Nanah (Abuela) y Papaw (Papá), de 78 y 53 centímetros de alto, respectivamente. Ambas obras están sostenidas por una fina varilla que se eleva desde un pedestal plano. Nanah es el tratamiento de una mujer corpulenta de pechos turgentes con unos pequeños montículos redondeados en la cabeza, que se supone que son el cabello, y con unas largas extremidades. Papaw es una figura más básica, con una nariz prominente, el cuello muy corto y sin torso, y unas piernas gruesas y curvadas. Las piezas asumen una identidad tan cercana a la escultura africana tradicional que es difícil saber si Gates las recogió o las hizo él mismo. Pero la cuestión va más allá: no atañe tanto a los orígenes de la factura de las esculturas, en cuyos orígenes mantiene una conversación viva con la imaginación afroestadounidense. En consecuencia, poco importa cómo se originaron las obras: lo que importa es la intención de Gates. El artista se enfrenta a una pregunta importante: ¿cómo se tiende un puente entre la cultura contemporánea y una antigua tan divididas por el tiempo y por la geografía? Se puede considerar a Gates como un estudioso de la historia negra, cuyos elementos visuales surgen del pasado y se trasladan al presente. Representan una cultura emparentada, pero lejana, con los orígenes de Gates. Las privaciones que sufre la comunidad negra en todo Estados Unidos no van a desaparecer en el futuro inmediato. De resultas, Gates está decidido a utilizar los objetos del lugar, a menudo fragmentados, y que transmiten la indigencia, para crear un mundo visionario.
Muy recientemente, en los dos o tres últimos años, los museos y galerías de Nueva York han hecho un esfuerzo decidido por transformar la indiferencia de los estadounidenses respecto al arte afroestadounidense en una interpretación muy atenta de la cultura. Es evidente que los artistas negros han sufrido durante mucho tiempo la indiferencia, o incluso la hostilidad, de la cultura estadounidense dominante; antes de ser descubierto, el desaparecido Thornton Dial, un extraordinario artista de Alabama, solía enterrar sus obras, al considerarlas expresiones esencialmente personales. Pero es fácil que Dial, nacido en 1928, lo hiciera para intentar escapar del escrutinio de la comunidad blanca del sur, donde él vivía. La cuestión es que los artistas negros del siglo XX en Estados Unidos estaban sometidos a una gran presión como para no esconder su creatividad, la cual surgía de las dificultades y del abandono. Sin embargo, hubo personas como Thornton Dial y Nellie Mae Rowe –otra importante artista negra autodidacta–, que miraron más allá de los confines de la racialización. Su comunicación, en parte cristiana y en parte empobrecida –probablemente de forma deliberada– les permitía transmitir las penurias que sufrían. Gates, miembro posterior de esta corriente y profesor de arte en la Universidad de Chicago, una de las mejores de Estados Unidos, sí cuenta con más apoyo social. Pero las reglas del juego no han cambiado mucho; la apropiación por parte de Gates de materiales desechados, y su conexión desde lejos con movimientos anteriores que hacían hincapié en los materiales pobres, no solo realza la belleza del objeto rechazado, sino que también pone de manifiesto el grado de constreñimiento en el que viven las comunidades negras de Estados Unidos.
Debido a que Gates quiere presentar los complejos problemas de la vida en el sur de Chicago, las connotaciones sociales de sus materiales y de su obra no se pueden reducir a términos puramente formales. Pero, al mismo tiempo, en su arte –que puede hacer referencia a una importante figura contemporánea como es Frank Stella–, vemos como calibra de forma independiente la tradición modernista. La madera y los objetos envejecidos, así como las implicaciones africanas que Gates utiliza en sus obras le confieren el papel de un artista del ensamblaje de orientación social, otra técnica que deriva de la época reciente. El empleo en su arte de objetos desgastados o envejecidos inviste a su obra de una melancolía cuyo carácter es probablemente más político que personal, aunque nunca muy lejos de las insinuaciones sobre la vida de Gates. Sin embargo, Gates es un artista demasiado bueno para limitarse a condenar la injusticia de la situación, que en efecto existe, y en su lugar transforma con brillantez los elementos de los obstáculos implícitos de los negros en declaraciones de clara espiritualidad. Desde la época de los románticos, preferimos el fragmento al todo, pero, en manos de Gates, esa preferencia no es una mera inclinación formal. En su lugar, se convierte en una operación de salvamento, en la que se recogen elementos, como los recuperados de los edificios religiosos, no solo para ilustrar una declaración visual, sino que pretenden representar el largo y problemático declive de las ciudades estadounidenses, y en especial de las zonas habitadas por los pobres.
De modo que la imaginación sirve como vehículo para transformar los barrios azotados por la pobreza en lugares de significancia moral. La supervivencia económica se ayuda de la afirmación estética. Gates busca una economía ética de la transformación, donde los artefactos de los necesitados, los materiales de las iglesias perdidas, las chapas de los años setenta del radical Partido Young Lords, e incluso bell’s Bell (sin fecha), una campanita que la difunta escritora negra bell hooks regaló a Gates, se convierten en objetos que restauran el pasado. Con esa restauración se pretende allanar el camino al futuro, donde los elementos y la estructura de la cultura negra estadounidense se conviertan en los componentes básicos de una nueva perspectiva, donde la pobreza se transforme en un medio de orgullo. Para Gates, pues, la justicia social es indisociable del arte; es parte integral de la imaginación.
En manos de Gates, el lenguaje de la necesidad y el sufrimiento se traduce al idioma de la afirmación histórica y el logro contemporáneo, lo que convierte a Gates en un alquimista de notable importancia social. Hoy en día, como he señalado, nos entregamos a un lenguaje visual creado por fragmentos y recuperaciones, y la parte significa más que el todo. Esta ha sido una corriente formal contemporánea, pero en el arte de Gates se convierte en una declaración política. A diferencia de Cave, que incluye el puño cerrado en varias de sus esculturas, las connotaciones políticas de la imaginación de Gates proceden de un modo más indirecto. Sus valores se encuentran en los propios materiales salvados. De hecho, una vez que sabemos de dónde provienen, sus orígenes se erigen en una declaración de orgullo, que indican la riqueza visual de un vecindario carente de dinero.
Las numerosas vasijas que se ven en una sola planta, creadas en 2022, pertenecen todas a la serie que Gates llama Vasijas negras para las huellas de los Young Lords y sus espíritus. Realizadas en cerámica esmaltada y cocida a alta temperatura y dispuestas en una basa de madera de fresno, las esculturas, de entre 60 y 121 centímetros, parecen a un tiempo recuerdos de una cultura antigua y obras contemporáneas que podrían tener un uso práctico. Todas las vasijas son del mismo color gris oscuro: objetos bellos y de producción sencilla, que son lo que son por sí mismos, al margen del contexto histórico en el que los situemos (las influencias proceden de Occidente, de Asia, de África…). La Vasija n.º 14 tiene una base ancha que después se estrecha, con una superficie plana en su parte superior. La Vasija n.º 16 tiene una base bulbosa con una gruesa cruz que nace de un cuello corto. Y la Vasija n.º 3 tiene una clara forma de tarro: desde la parte superior se mueve libremente en el aire una estructura que parece una escalera de dos peldaños. Las obras, variaciones sobre un mismo tema, atraen a su público a través de una pronunciada economía de la forma: sus curvas sin adornos pueden considerarse modernas y antiguas al mismo tiempo. Gates entiende bien la conexión tácita entre lo muy antiguo y lo muy nuevo, un elemento a menudo reconocido en la nueva escultura. Así, en esta exposición, el museo hace las veces de relicario y de espacio para el arte contemporáneo.
El artista también ha incluido la biblioteca personal de Robert James Douglas Bird, el fallecido experto en lenguas eslavas de la Universidad de Chicago. Todo su contenido ocupaba un conjunto de estanterías de 6 metros de largo en el museo. Bird, especialista en cine y literatura rusos reconocido en todo el mundo, también se interesó mucho en el arte, y a veces comisarió exposiciones. Al situar físicamente en un espacio abierto las bases intelectuales de un importante académico, Gates está haciendo público, de forma literal, ese apoyo. Curiosamente, los libros permanecen en las estanterías y no se pueden abrir, y adoptan así un significado visual que equivale a su contenido escrito. Es como si Gates quisiera que los méritos de Bird, obtenidos a través de la escritura, se erijan como un objeto real, como monumento a la distinción de sus conocimientos.
Gates trabaja mucho de esta forma: permite que la cosa en sí aborde inquietudes metafóricas a través de su naturaleza física. Esto puede requerir que el público del museo disponga de información sobre sus piezas. Tenemos que conocer, al menos hasta cierto punto, el trasfondo de la obra y sus materiales para entender la lógica del argumento de Gates. Esto podría considerarse una crítica al proceso del artista, pero el carácter oblicuo del arte contemporáneo se encuentra ahora en todo el mundo, y a menudo exige una explicación intelectual. El verdadero problema es si Gates –y todos los artistas, en realidad– puede crear obras de arte que sigan siendo accesibles para un público más general, y menos especializado, que el mundo artístico, que suele estar aislado en sus apreciaciones. Recordamos, al ver la biblioteca de Bird, que trabajaba en una universidad de fama internacional por sus estudios; aunque los conocimientos de Bird no se transfieran necesariamente a un contexto más amplio –a pesar de ser extraordinarios–, el uso de materiales humildes lo conecta con un público más variado del que cabría suponer.
Los Young Lords del título se refiere a los pensadores que impugnaron la estructura social de Estados Unidos y que influyeron en el propio Gates. Pero parece que el modernismo al que se refiere el artista es principalmente de carácter visual; como ya he dicho, el modo en que las piezas insinúan una postura social es casi siempre indirecto. La alta obra (1,8 metros) de 2019 titulada Circle Form with Pier (Forma circular con pilar) consiste en un pilar de hormigón de forma piramidal que se estrecha a medida que se eleva; una varilla se extiende unos 60 centímetros hacia arriba, y sostiene un semicírculo de acero doblado con pequeños cubos en cada extremo. Esta pieza es un clásico ejemplo de modernismo tardío, y pone en entredicho la idea de que Gates se inspira únicamente en los conceptos de su barrio. Gates, como todos los artistas actuales, aborda un conjunto tan amplio de circunstancias, que su impulso visual se vuelve a la vez muy específico, en relación con su vida, y muy ecléctico, en lo que respecta a su aprendizaje. De hecho, buena parte de las sutiles complejidades que se encuentran en las vasijas que Gates ha creado se deben a la mezcla de influencias, de carácter mundial, evidente en la formación de las obras.
Cuando los artistas beben de una forma o influencia de otra cultura, están poniendo de manifiesto que, en un mundo dominado por internet, donde en cuestión de segundos se pueden obtener imágenes de objetos de diferentes lugares del mundo, la obra puede lograr reunir diversos tipos de información de cualquier momento y lugar. Parece que lo que estructura estas diversas influencias, evidentes en una misma obra, es tanto la destreza como la mordacidad política. Gates fusiona culturas con naturalidad, apoyándose en la fuerza de su artesanía, así como en su conocimiento de las formas y los materiales, para crear arte muy específico del sur de Chicago, pero también arte creado en lugares lejanos milenios atrás. En estos tiempos, adoptar imágenes se ha convertido en una de las principales estrategias visuales; permite al artista abarcar territorios antes desconocidos, de modo que su obra se convierte en un lugar de yuxtaposición y cambio.
El artista encontró A Maimed Martin (Martin mutilado, 2012), la última obra de la que se hablará, en un desaparecido colegio público de Chicago. Consiste en una fotografía del líder político negro Martin Luther King, Jr., asesinado en abril de 1968 en Memphis. La imagen, brutalmente arrugada o “mutilada” en su parte superior, de modo que resulta muy difícil ver la cabeza de King, debido a los pliegues, fue descubierta en una vitrina de cristal, que ahora sirve de marco. Aunque este arte encontrado politizado se remonta a una década atrás, es una imagen apropiada con la que acabar. King sigue siendo un líder muy querido por la América negra, además de haber ejercido una fuerte influencia en la cultura estadounidense blanca. Es probable que Gates considere a King muy válido para su iniciativa, en el sentido de que, en su corta vida, fusionó el sentimiento cristiano con un poderoso sentido de la justicia social. Desde su asesinato, hace poco más de cincuenta años, King se ha convertido en un símbolo de cambio impulsado por la espiritualidad. Del mismo modo, Gates está decidido a provocar un cambio, al fusionar la imaginación religiosa con una mirada atenta a las consecuencias de los prejuicios que aún perduran. Obras como las suyas nos llevan a ser conscientes de que la especificidad del lugar es una influencia inevitable que impulsa su imaginación, como una amplia visión que le permite asimismo incorporar sus elementos visuales a una declaración que remite a los movimientos artísticos de todo el mundo. A la larga, la fusión de la expresión visual a través del tiempo y el espacio ganará en influencia a medida que avancemos cada vez más hacia un legado común, facilitado por internet. Gates entiende esto muy bien, y su arte, claramente enraizado en la experiencia negra, también cruza largas distancias. Se ha convertido no solo en un artista del presente, sino también del futuro.
Traducción: Verónica Puertollano
Original text in English