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Tiempo de conga

A los tres pasos, inmediatamente después de deshacerse del mapa, los caminantes observaron que iban siendo sibilinamente despojados de sus más entrañables tesoros: el rubor de las mejillas, el candor de la mirada, el esplendor de los senos y otros célebres versos. Convencidos de que la mano perdida de Dios estaba en posesión de lo que les era arrebatado, la buscaron sin descanso hasta que la encontraron palmeando efusivamente.

 

Tras el desconcierto que causó el hallarla vacía, los caminantes acordaron secretamente que, al menos durante un tiempo, la mano no sería merecedora de confianza. Pero cuando el expolio, ahora descarado, despertó todas las alarmas y las sospechas iniciales fueron cayendo, alguien recordó en sentido literal y al instante se inventó la conga, a la que todos se sumaron.

 

En aquella noche de euforia, los caminantes creyeron vislumbrar el vuelo del mapa sobre sus cabezas. Desorientados, pensaron que de tanto girar habían vuelto al lugar donde lo descartaron. La mano perdida de Dios expresó su desacuerdo con esta teoría, añadió que el mapa había volado con el tiempo y dicho esto volvió a perderse.

 

Todos comprendieron entonces que era cuestión de tiempo. Los sorprendía por la espalda y nadie podía verlo pasar, a excepción quizás de algún danzante experto que lograra enfrentarlo. Dejados de la mano de Dios y sin mapa, los caminantes siguieron bailando la conga.

 

¡Feliz Año Nuevo!

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