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Frontera DigitalTiempo de descuento. 002 El viejo soy yo más tiempo

Tiempo de descuento. 002 El viejo soy yo más tiempo

He comenzado una nueva etapa sobre estos temas apasionantes y que van in crescendo, ya somos más los mayores de 75 años que los menores de 25. Yo ya camino en los 84. Me gustaría hacer una serie bien documentada sobre estos temas y sobre los que puedo ir dando testimonio personal o de amigos de mis amigos. Decidme si podríais ayudarnos en este quehacer periodístico que o está mal tratado, viejo= inservible, acabado etc, o escriben sobre el tema como una enfermedad o decadencia o ayudar en centros de acogida para personas dependientes; pero no sólo eso, sino sensibilizar a la opinión pública, a familias a las personas mayores, a docentes a políticos etc de que estamos ante un desafío muy importante y que, en muchos casos y ambientes, todavía “tratamos” como en nuestros tiempos se “trataba” de la sífilis y de otras venéreas, tuberculosis, homosexualidad, divorcio “amancebamiento”, sexo, pobreza, haber estado en la cárcel, o  paterno/maternidad asumidas y, por tanto, respetables con derecho a evitar embarazos no deseados, o el divorcio, o el vivir en pareja plena y responsablemente y si algún día querían formalizar la relación por niños o por cuestiones de trabajo, enfermedad pues lo hacían en el ayuntamiento sin mayores bendiciones que las de sus seres queridos –que no es poco- etc,  Busquemos un día, amigos Robadores de momentos, para compartir ideas. Así, o de forma parecida, nacieron hace décadas Solidarios para el Desarrollo, Vivienda compartida “Convive”, sacar a la luz y ayudar a personas sin hogar, los cuidados que prestamos durante décadas a enfermos de SIDA, a inmigrantes, a personas mayores que viven solas, a aliviar el trabajo continuo de los cuidadores de Centros como Don Orione o Cottolengo, a sacar a la luz la correcta actitud ante inmigrantes, gentes de otras etnias o tradiciones religiosas, a implicar a los universitarios en todas estas y más tareas… Yo me he puesto en contacto con personas expertas en este desafío que acompaña para no afrontar de frente y por derecho el tema del envejecimiento de la población al tiempo que avanza la realidad de la más destructora arma de explosión masiva: la explosión demográfica. Esto que va a continuación es una reflexión sobre un libro que llegó a mis manos y la actividad de muchas personas que trabajan en este campo y que hasta ahora permanecen casi ignoradas. No tenemos que descubrir ni inventar nada… sólo caer en la cuenta y arrimar el hombro además de ser coherentes con la profesión que elegimos la mayoría de mis amigos: el periodismo auténtico y adaptado a los medios de comunicación en expansión. Seremos como una gota de agua o una arena del desierto pero, sin ellas el océano y los desiertos las echan de menos.
Comentad todo esto con familiares y amigos… ya veréis que el final lo llevamos dentro desde que nacemos y que sólo es cuestión de eso que no existe, el tiempo, pero que lo vamos haciendo. Y siempre será preferible vivir con dignidad y recordar que las grandes conquistas de la humanidad se hicieron realidad porque alguien, como tú y como yo, las soñaron primero… y pusieron los medios y arrimaron el hombro; cada uno desde su realidad, ámbito y circunstancias. Me despido con el estribillo de una canción que conocemos: “Porque no estamos locos, porque sabemos lo que queremos, toma la vida igual que si fuera un sueño…”
No nos olvidemos nunca de que el viejo soy yo más tiempo. Y de que siempre necesitamos a alguien que nos necesite. Todos llevamos un viejo adentro. O mejor, con palabras de Galeano “Un niño que despierta dentro de un cuerpo viejo y se pregunta: ¿Qué ha pasado?
Una sociedad que no piensa en el tiempo, que niega su propio envejecimiento, es porque no advierte el futuro. “Nunca hay que olvidarse, dice el autor, de que el viejo soy yo más tiempo”. Vivir 100 años nos plantea el error de asociar vejez a enfermedad; nos recuerda el riesgo de padecer una caída a cierta edad, las estrategias para conservar la memoria o los factores a tener en cuenta para trasladar y dejar a un adulto mayor en un “geriátrico”. El doctor Presman asegura que se puede vivir cien años “pero no de soledad sino de compañía”. Porque la longevidad es un logro colectivo antes que individual. Si bien los cambios en las condiciones sociales y los avances científicos han logrado prolongar la existencia, nos seguimos interpelando con preguntas sin respuestas universales: ¿Qué sentido tiene vivir 100 años? Este libro resume el testimonio de miles de pacientes longevos, o mejor a adultos mayores, que le permitieron al autor ser un escuchante privilegiado de sus historias y aprender cuál es la sabiduría de vivir. Aprendió que la literatura puede decir lo que la ciencia calla o no ve. Que siempre necesitamos alguien que nos necesite. Después de la repercusión que alcanzaron las ediciones de Letra de médico I y II un best seller, Vivir 100 años continúa tras la utopía de unir ciencia y arte, razón y pasión, cuerpo y alma. Carlos Presman, nació en Córdoba, Argentina, en 1961. Doctor y especialista en Medicina Interna y Terapia Intensiva. Docente de la Universidad de Córdoba en Clínica Médica del Hospital Nacional de Clínicas.
Hasta aquí la reseña de la lectura que me cautivó al cien por cien, ya que de ese guarismo simbólico hablamos. Debo confesar algo que me duele pero que puede tener su “explicación” físico-psicológica: Hace más de tres años que este libro me llegó dedicado por su  hija Clara, una de las participantes en el Taller de Periodismo que impartí durante 20 años en la Universidad Complutense de Madrid, en cursos de 9 meses con 30 alumnos seleccionados entre periodistas de los que más de cinco se descolgaban por el camino, felizmente. Este libro lo he tenido siempre presente moviéndolo de un lado para otro en mi Estudio… porque quería dedicarle “tiempo kairológico” porque intuía que todavía yo no estaba preparado para “celebrarlo”, porque temía las posibles resoluciones que tendría que tomar en mi vida de adulto mayor que ha superado los 84 años y que continúa sintiéndose útil para los demás, y contento consigo mismo adaptándose a las circunstancias propias de los años, pero sólo en parte porque hay mucha tela por cortar y mucho terrenos que labrar, sembrar, regar y cuidar para compartir como un quehacer, un dafare, una tarea  y no un “trabajo” (de tripalium, instrumento de tortura romano). Seguiremos ocupándonos de estos temas desde otras perspectivas que las acostumbradas.

José Carlos García Fajardo
Emérito U.C.M.

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