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Mientras tantoTiempos de soberbia y decadencia

Tiempos de soberbia y decadencia


 

La soberbia de Europa se basa en su historia colonial. Y la “colonialidad”, como la denominan los expertos, quedó instalada en la genética cultural de los nacidos en Europa y de los que han sido sus víctimas en los países del Sur Global.

 

Esa soberbia se traduce en la gran geopolítica, pero también rezuma en las actitudes cotidianas de muchos ciudadanos. Ya se sabe: lo que se cree en Europa son religiones, lo del sur son creencias o supersticiones; acá se construye ciencia, allá se tienen saberes; lo que aquí es cultura, allá se convierte en folclore; nosotros tenemos Historia, el Sur Global tiene etnografía; lo que no conocía Europa se descubre, e, incluso, hemos manipulado la brújula para que Europa y Estados Unidos sean Occidente, Asia sea Oriente y el resto del planeta se quede sin una denominación que lo enraíce en el presente.

 

No parece que sean tiempos para que Europa sea soberbia (crisis económica, crisis social, crisis de identidad y nacionalismos, entre otros), pero nos cuesta desprendernos de esta actitud a pesar de que ya no tenemos el poder planetario de los siglos XVIII o XIX. Ante la terrible crisis civilizatoria que vivimos no miramos hacia modelos del Sur, tampoco revisamos, por ejemplo, cómo superó América Latina el asalto neoliberal -con el FMI y el Banco Mundial a la cabeza- que sufrió en los años 80 y 90 del siglo pasado.

 

En el día a día, nos aferramos al ego para, en medio del desastre, al menos sentir que somos mejores, seguros de que el resto de las culturas son anecdóticas, exóticas, cuando más, “interesantes”. Por eso estoy cansado en estos días de los chascarrillos sobre la decisión del Gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia de expulsar a Coca Cola de su territorio a partir del 21 de diciembre. Nosotros, los europeos racionales, nos reímos ante el simbolismo de una medida que quiere marcar el inicio de una nueva era según el calendario maya (por cierto, bastante más confiable y científico que la chapuza gregoriana con la seguimos celebrando el fin de año). Nosotros, los pragmáticos, nos reímos de los símbolos “exóticos”. Ese no enfrentarse al espejo propio pero estar siempre dispuestos a mirar por encima del hombro al Otro no es sólo un síntoma de soberbia, sino de decadencia.

 

Nos reímos nosotros, los españoles, que rezamos a estatuas de madera para que nos toque la lotería; nosotros que celebramos con dinero público los años jubilares y las romerías de fanáticos de rodillas; nos reímos nosotros, los europeos, que hemos provocado y librado dos guerras mundiales, que aún no hemos pedido perdón por haber traficado con 15 millones de personas africanas para enriquecernos, que gastamos lo que no tenemos para que nuestros hijos comulguen vestidos de marineritos en una religión que día a día no practicamos… A nosotros nos da risa que los pueblos originarios de América esperen el cambio de era marcado en un calendario elaborado por una civilización científicamente incuestionable. A nosotros nos da risa que Bolivia haya entendido lo que es un Estado plurinacional cuando acá todavía no sabemos convivir entre comunidades autónomas o entre nacionalidades europeas equivalentes. Estos tiempos de soberbia son tan decadentes que uno no debería ni indignarse por los comentarios nacidos de la ignorancia colonial.

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