No regresamos nunca
al lugar del crimen
hemos crecido
con la culpa
y con el olvido
nos hemos bañado
en ríos infectos
hemos bebido
aguas templadas
hemos remado corriente arriba
nos hemos puesto melancólicos
hemos pensado que los trenes
iban a llevarnos a los sueños
y el resultado es este envés
de la trama
en una calle oscura de Bukavu
perseguido por una sombra
en la estación de Mérida
donde griegos y romanos
se dan la mano
por encima de los cadáveres
los nuestros y los suyos
los de Celan y los de quienes
no hemos sabido apurar
nuestro vaso de leche agria
bajo un cielo que fue cobalto
y ahora es negro
como la antracita
la conciencia
el final de la canción
que habíamos compuesto
como epitafio
para salir de este envite
como en una chalupa
coronada de grímpolas
y gallardetes.
Foto: Corina Arranz