Conversación escuchada entre niños en un parque de Vigo al atardecer:
(uno de ellos está en el centro de la noria tumbada y los demás alrededor):
–No me empujéis muy fuerte, eh.
–Tú tranquilo.
–Dale, dale vueltas.
–A ver si voy a potar.
–Míralo por el lado bueno, si vomitas tienes la mascarilla.
–No se sale nada.
–Para dentro de nuevo.
Conversación escuchada entre dos hombres pescando en la ría de Vigo al anochecer:
(uno de ellos sostiene la caña y el otro prepara el anzuelo para lanzar):
–Como todo esto no se acabe pronto voy a empezar a vivir como si no hubiera muerte ni cárcel.
–¿Cuánto es pronto?
–Dos Navidades. Dos Nochebuenas, dos Nocheviejas.
–Ya…
–Mira allí.
El nuevo califa, al-Mustansir (1213-1244), no hizo nada por resolver estos problemas. Proclamado a los 16 años de edad, jamás salió de la capital. Las confederaciones tribales de las montañas y las llanuras comenzaron a desafiar la autoridad del almohade; una tribu bereber, los Banu Marin, dominaba la región comprendida entre Taza, Fez y Ksar el-Kebir. La élite religiosa de Marraquech competía por el poder, mientras el califa se entregaba a la mayor de sus pasiones: el toreo. A su muerte, corneado por un toro que él mismo había criado, se designó a un nuevo califa almohade, que apenas duró unos meses antes de ser derrocado.
Marruecos. Del Imperio a la Independencia, C. R. Pennell