El amor, decía ella,
es como lanzar un dado en el desierto.
Lasse Söderberg, Las piedras de Jerusalén
Si fuera preciso
el hierro
la furia
la herrumbre íntima
los obreros que han corrido a refugiarse
del granizo
del gobierno
un rato en medio de la tarde
el mismo en que nosotros
nos alejamos de los teclados
para ver
cómo la furia del cielo
lo barre todo
y nos devuelve
a nuestra infancia
cuando no teníamos
que lanzar más dados
que los del parchís
y el destino
y el carácter
se decidían
ante un gua
la sombra del gran peral
la lentitud de los agapantos
y un beso de papel
como el viento en el columpio
no tenía consecuencias.