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Torre Confinanzas

 

En el centro de Caracas existe un rascacielos a medio construir ocupado por más de 700 familias sin hogar. Tiene 195 metros de altura, es el octavo edificio más alto de Latinoamérica y le apodan la Torre de David en honor a su impulsor, David Brillembourg. A mí me gusta más su nombre oficial, Torre Confinanzas. Su construcción se paralizó en 1994, a raíz de la bancarrota e intervención gubernamental del grupo financiero dueño del edificio. En 2001 el estado la puso oficialmente a subasta, sin que nadie se hiciera cargo de ella en seis años. En 2007, en situación de abandono y en medio de un déficit brutal de viviendas en la Gran Caracas, grupos de familias empezaron a invadir la torre. En 2009 los ocupas se organizaron en cooperativa bajo el liderazgo de Alejandro Daza, alias El Niño, un antiguo delincuente ex presidiario convertido en pastor evangélico. Daza dirige con vocación utópica esta extraña ciudad vertical de la precariedad, que ya contiene comercios y algún médico: «Estamos construyendo un espacio donde poder vivir en paz y armonía. No queremos violencia, drogas o sangre. Nada de eso». Toda una declaración de intenciones en una de las ciudades más violentas del planeta. Las normas de acceso son estrictas y los recién llegados, antes de poder construir sus viviendas en una de las plantas, deben pasar dos meses viviendo en el lobby a la vista de los demás, para dejar claro que su comportamiento es el adecuado.

       La actitud perezosa y ambigua del gobierno de Chávez, que ni desaloja a los intrusos, ni hace nada por mejorar sus precarias e inseguras condiciones de vida, está propiciando experimentos de organización social que beben tanto del Falansterio de Fourier como del Panóptico de Bentham.

       Ocupar un rascacielos no es lo mismo que ocupar un edificio cualquiera. Es totemizar la penuria, convertirla en icono contemporáneo, elevarla por encima de los hombres, hacerla visible desde cualquier parte de la ciudad y a su vez utilizarla para observar la ciudad desde ella, como si la capacidad de subsistencia y organización de esa gente fuera la única mirada posible sobre la realidad económica y social de Venezuela. La inacabada y ruinosa Torre Confinanzas representa hoy una nueva Torre de Babel, ese proyecto colectivo al que un dios castigó por proponer la integración y la autosuficiencia. ¿Hará lo mismo el dios de las camisas rojas con las 2500 personas que hoy viven allí?

       En la pasada feria ARCO 11, la galería Douze and Mille de Nueva York presentó The Tower, un proyecto de los artistas Ángela Bonadies y Juan José Olavarría sobre este rascacielos ocupado. No tengo muy claro que la estilización que el arte impone a los dramas reales ayude a solucionarlos, al contrario puede obviarlos al convertirlos en una cuestión estética. Por eso, si quieren ver algo sobre el asunto, mejor este estupendo video del New York Times.

 

 

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