Me picaba la curiosidad sobre cómo había conseguido entrar. Me lo contó. Él había visto que la puerta se abría con el sistema de teclado del que ya hablé cuando recordaba mi llegada a la casa de Pacomio, el que funcionaba marcando una clave de cuatro cifras. Las posibles combinaciones eran cientos. Sin embargo, se podían reducir considerablemente. Todos los botones estaban roñosos. Menos el 3, el 5, el 8 y el 9, que eran los que los legítimos moradores pulsábamos para entrar. Esos, por el uso, estaban brillantes. Las cuatro teclas delatoras acotaban las opciones a veinticuatro intentos. La puerta se abrió a la de quince.
La función factorial es una bonita propiedad matemática que se conoce desde hace muchísimo tiempo. Se representa con el signo de exclamación e indica el número de posibles combinaciones, de maneras de ordenar n objetos (n!). Se calcula multiplicando todos los número enteros positivos desde 1 hasta el propio número calculado. Así para 4 sería efectivamente 4!=4x3x2x1= 24. Muy bien por Santiago Lorenzo, las opciones eran de 24 intentos, enhorabuena también por esta novela que me ha hecho reír en varias ocasiones