¡Ah, tradición! ¡Qué bonita palabra!
La eterna polémica, ¿es bueno conservar las tradiciones o es mejor pasar página y olvidarnos de ellas?
Pues depende.., ¿de qué?
De lo que entendamos por tradición y lo que queramos conservar de ellas.
Porque hay tradiciones y tradiciones. Y no todas son buenas.
Ejemplos.
Aquí, en Burkina Faso y en casi toda África existe la tradición de hacerles la excisión a las mujeres…
A mí no me parece que sea de esas tradiciones a conservar, la verdad.
Y no sólo porque se realiza en condiciones sanitarias lamentables que llevan a la tumba a miles de mujeres todos los años (como lo de los abortos clandestinos que quiere volver a poner de moda el Ministro de Justicia del actual Gobierno de España, con sus cientos de mujeres muertas al año, datos del Tribunal Supremo de 1974).
También me parecería igual de mal aunque se hiciera en un hospital en buenas condiciones sanitarias, que también se hace así por quien puede pagárselo.
En un acto oficial al que asistí hace 4 días, en el discurso del responsable del Ministerio de Acción Social citaba que si el porcentaje de mujeres con ablación en Burkina Faso era del 49%, en la Region du Nord, en la que se encuentra mi ciudad, Ouahigouya, llega hasta el 65%…, 2 de cada 3 mujeres están mutiladas y no pueden disfrutar de su sexualidad completa.
Una tradición a intentar acabar con ella.
O la esclavitud.
Es otra de esas tradiciones de la Humanidad que se ha ido eliminando pero que aún permanece en algunos lugares, en África particularmente. Otra cosa es que está muy disimulada, porque no queda bien. Pero existir, existe.
Ya os lo conté en algún artículo anterior en relación a dos etnias: Tuaregs y Bella. Esta última esclava de la primera, de nacimiento.
O la violencia sobre la mujeres.
O la lapidación a las mujeres adúlteras…
En general las mujeres se ‘benefician’ mucho de esta cosa tan bonita que es la tradición.
Para estas cosas las religiones han ayudado un montón.
Os pego una entrevista a un Imán en la que explica los usos y costumbres a seguir durante el mes de Ramadán, que acaba de comenzar.
Para expiar una pena de una ruptura del ayuno un día de este sagrado mes, se pueden hacer 3 cosas, a saber:
– Elegir a 60 pobres, fijo 60, no 59 ó 61, y dar a cada uno de ellos la mitad de 1 Kg de mijo (que viene a ser como ½ Kg, más o menos, de mijo, eso sí)
– Hacer ayuno 2 meses seguidos sin saltarse un solo día (o vuelta a la casilla de salida de ayuno, sin cobrar los céntuplos de beneficios en el cielo), o bien ¡tachán!
– LIBERAR UN ESCLAVO QUE TE PERTENEZCA, que sea de tu propiedad, vamos…
Aquí la cosa queda clara: nada de liberar esclavos de otros haciéndote el Espartaco. Pones en libertad a uno tuyo y te jodes que el precio del esclavo está alto, por más crisis que haya.
Será Imán, que no lo dudo, pero con esa cara, la verdad, a mí no me magnetiza…
Y luego están las tradiciones más ligths y folklóricas, que supongo que es a lo que se refieren los partidarios de las tradiciones: los cortes que hacen a los niños en la cara para marcar su tribu, aldea o familia, las perforaciones con diferentes objetos que se perpetran en diferentes partes del cuerpo, los trajes, vestidos y adornos tradicionales (incluidos esos ridículos bombines que utilizan las mujeres del altiplano boliviano, ¡a quién y cuándo se le ocurriría una tradición tan absurda y de importación como esa…!).
Y, por supuesto, los coros y danzas. Los bailes y cánticos regionales.
¡Cuánto se ha perdido en España para la tradición desde que desapareció la Sección Femenina, que era la que se ocupaba de estas cosas…!
Afortunadamente.
Tampoco estaba tan mal, pero aquí las cosas son diferentes…
Todo este artículo ha surgido de una pequeña polémica con mi hija más pequeña a raíz de un baile que he colgado en Factbook de los niños del campamento de verano de mi biblioteca.
Polemizábamos sobre si era más importante conocer la cultura (música) mundial o mejor conocer la cultura africana.
Estando aquí te das cuenta que nadie (prácticamente) ha escuchado o sabe quiénes son los Beatles o los Rolling. Excuso deciros si hablamos de Bach, Mozart o un Ludwig Van…
Y cuando digo nadie me refiero a gente de la capital y con letras, de las aldeas nos olvidamos.
Pero, eso sí, conocen a casi todos los cantantes africanos, no sólo de Burkina Faso.
Y no vale tanto la pena. Os lo digo de corazón, sin despreciar a nadie.
Pero de la misma manera pienso del acid o de la ¿música? que pinchan en la mayoría de las discotecas en España, un chunda chunda chunda que ni estando borracho pude nunca soportar.
Parte de la declaración de ¿principios? del Ministro de Cultura sobre la enseñanza de la cultura tradicional…
Lo grave es que, no contentos con eso, el Ministerio de Cultura de aquí acaba de sacar unas disposiciones (o están en ello, todo lleva su tiempo) para promocionar la música, cultura y tradiciones locales, ¿más?
Pues sí, más.
Van a invertir un montón de pasta y de tiempo que se debería dedicar a la formación, para que en las escuelas, desde primaria, se dediquen al conocimiento de la cultura tradicional.
Hombre, si me dijeras que van sobrados de formación no me parecería mal, pero os pongo 3 pequeños ejemplos del nivel de formación del país.
Hace un par de años tenía una amiga enfermera (con su título y todo) a la que invitaba a cenar cuando venían a casa unos médico cubanos y unos amigos burkineses que habían estudiado en Cuba.
Éramos un grupo de ‘españoles’ o hablábamos en español.
Y un día me preguntó, interesada, que en qué parte de España estaba Cuba.
A otra persona, con un nivel alto de estudios, capitalina, le conté que la señora que me limpiaba la casa en Madrid (España) se volvía a su país: Brasil
Y me preguntó que cómo se iría, si lo haría en tren.
Por último, Latifa, mi ‘niña’ burkinesa. Hasta ahora había tenido buenas notas, con certificados de ‘excelencia’, que me había enseñado mi mujer.
Como estamos preparando el viaje a España, para pasar unos días de agosto, le dije que me enseñara en el mapamundi que tengo en la pared del despacho dónde estaba Madrid para enseñarle por dónde íbamos a viajar y lo que íbamos a visitar, pero no lo encontró, ni siquiera supo señalarme dónde estaba España. Estuvo durante más de 1 minuto intentando encontrar los nombres escritos en el mapa, pero nada.
Ya estaba yo un poco nervioso cuando le dije que lo dejara, que me señalara dónde estaba Burkina Faso.
Cuando se puso a buscarlo por América del Norte le espeté que Burkina estaba en África, que buscara en África.
Se puso a mirar por la zona de Kamchatka y se me erizaron los cuatro pelos que me quedan: no era capaz de reconocer el perfil del continente africano (que, además, está justo en el centro de un mapamundi, muy a la vista, salta).
Es una buena niña de 9 años que ha estudiado siempre en un supuesto buen colegio de la capital y ese es el nivel de formación, así que este año me toca darle clases particulares además el profesor que viene 2 días por semana para refuerzo.
Así las cosas que vayan a perder el tiempo, con perdón, en darles clases de cultura tradicional me parece fatal. Pero fatal, fatal.
Sobre todo si queremos que el país se desarrolle un poco, que salga adelante, que fome parte del mundo global.
Lo de conservar las tradiciones está bien, pero es un lujo que sólo te puedes permitir cuando te has garantizado el futuro y/o conservar la vida.
Que aquí se pierde muy pronto.
GALERÍA DE RETRATOS DE JAVIER NAVAS