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Mientras tantoTrasvase de silencios

Trasvase de silencios

Sestear absorto y pálido   el blog de Jose de Montfort

“Verter en otro silencio mi silencio: tal parece ser el trabajo de alguien que todos los días se sienta al escritorio”

Jesús Montiel

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Notas a pie de instante (Esdrújula Ediciones, 2018), del granadino Jesús Montiel, comienza en la infancia (en el colegio San José, donde ya el autor emplea el tiempo “charlando con los árboles del patio”) y termina en el destino: en el “mínimo espectáculo de un hombre atado a un escritorio”. Así, se diría que el libro es una suerte de forjamiento del carácter. El de un hombre que mira, tiembla y que se asombra ante los milagros cotidianos.

Un texto minuciosamente breve y prolijamente escueto.

La prosodia de Jesús Montiel camina directa hacia la eternidad de la calma. Se abre y se cierra en estruendo de nubes pausadas. De árboles, de vegetación y rosas.

Lo sagrado se plantea aquí como forma de ampliación del bien y menosprecio del efímero sufrimiento baldío. Y no es que se proponga exactamente un hedonismo cauto, sino que se celebra lo imprescindible. Lo sagrado también como salmo, celebración de la verdad y el misterio que, cada día, enfrenta la necedad, a veces, de nuestra mirada.

Se trata de un libro que, como bien acierta a decir en el prólogo Juan Gracia Armendáriz, propicia su propio género. Como el propio autor ha declarado, “mi mirada es poética, de esto no me puedo desprender”, y así Notas a pie de instante comparte con el ideario poético del escritor francés Christian Bobin, la intuición del desapego infantil por el mundo, lo que provoca que el libro esté colmado de soledades, pero de soledades en comunión con el mundo, atravesadas –en ocasiones- por las intermitencias de los otros, y del yo otro (el del pasado, el hipotético del presente y el implorado del futuro). Hay ecos de, entre otros, Jiménez Lozano, Valente y Mújica y todo el libro está vertebrado sobre la idea instantánea y fugaz de la belleza, pero à-la-Hölderlin, esto es: como algo que se sustrae a los fines del sujeto.

Es muy importante también en este libro la idea del amor, pero vinculada al concepto idealista del uno-todo. También como forma de negar, o más bien, de desestimar el tiempo.

Algunos apuntes vadean la greguería. Otros las definiciones de su yo poético y de su quehacer lírico. También hay breves estampas. Aforismos, por supuesto. E incluso apotegmas.

Un libro que trata de apresar, con la mayor cordura, entereza, serenidad y sensibilidad posibles, esa realidad que, en los tiempos de la altermodernidad parece estar escapándose por las rendijas de la memoria, “salando las heridas de la historia”.

65 paginas imprescindibles.

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