Desconozco si los blogs alcanzan la mayoría de edad al cumplir los dieciocho. Ni siquiera sé si esta convención que rige en numerosos países sirve en este caso. Ni lo he preguntado. Pero hoy aquí llegamos a ella y nos pilla en plena travesía al atardecer el verano entre las aguas sosegadas y un cielo menos blanco que el de la semana pasada. Me propongo alcanzar los 183 de edad, lo cual a un post por jueves, con las cincuenta y dos semanas y una miaja que tiene cada año, da para un trienio y algo. Aunque quizá con el tiempo haya que poner muchos entre paréntesis por un motivo parejo al que le cuenta Llosa a Leila. De hecho, hace pocos días un amigo me advertía de las comparaciones que propongo «que a veces quedan excesivamente forzadas». Mi empeño será con permiso de fronterad y Dios mediante, pues dice Santiago en el 4:14 de su carta que «sois vapor que un momento aparece y al punto se disipa». Y con Pablo. Porque esto es un matrimonio, aunque no encaje en la RAE.