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Travesía por el desierto

 

Querido Luis Miguel:

 

Lamento leer la seguridad con que dices que la salida de la crisis acarreará más desigualdad. Pero me temo que en cierto modo así empieza a ser, por mucho que intentemos apretarnos las anteojeras del patriotismo para no ver esa película que nos relatas. Se me viene con esto a la cabeza lo que decía Gregorio Marañón a propósito de Luis Vives en Españoles fuera de España (1947): «En España, tierra de pasiones, la sanción de los extremistas ha sido, en los últimos decenios, implacable contra los que por deliberado amor a España o por impulso inconsciente de este amor, han pretendido decir la verdad».

 

A Samuel Aranda lo hemos puesto de vuelta y media por su fotoreportaje en The New York Times sobre los nuevos pobres españoles. Y no digo yo que alguna instantánea no estuviese descontextualizada, pero mejor hubiera sido aceptarlo como un aviso frente a una una realidad cada vez más evidente. Que en nuestros barrios hay hoy más desamparados. Negarlo sea quizá fruto de ese abismo que describes entre la calle y los despachos y los ministerios.

 

Aunque muchos de esos expertos económicos y políticos hablan de las bondades de los programas de austeridad –austeridad expansiva, le llaman– que se están implantando por todo el Viejo Continente, ninguno nos ha relatado aún su éxito –si es que lo tuvieron– en otros países y en otros años. Cierto es que a algunos como España le está sirviendo para poner en orden las arcas públicas: se confía en que esa reducción brusca y acelerada del déficit público impulse de nuevo, a medio plazo, el crecimiento económico. El dilema es si la clase media, que tanto costó construir, conseguirá llegar al final de esta travesía por el desierto. Las medidas aplicadas hoy la están erosionando. La crisis ya no afecta solo a los colectivos más vulnerables, sino también a aquellos que hasta ahora parecían inmunes. Si no es el desempleo, es la moderación salarial junto a la subida de impuestos y tasas lo que está mermando el poder adquisitivo de ese grupo, y por tanto la economía española.

 

Por eso me temo que la desigualdad está incrementado. Al menos según el coeficiente Gini del Eurostat, la oficina de estadística europea. Este índice, que va de 0 a 1, mide la diferencia entre los más ricos y los más pobres en un país. Cuando es cero, la igualdad es total. Al llegar a 1 nos encontramos ante un país con un desigualdad extrema. España, que había conseguido reducirlo hasta el 0,30, lo ha incrementado en los últimos años hasta el 0,34. Un salto insignificante a simple vista si no fuese porque nos convierte en el país más desigual de la Unión Europea solo por detrás de Letonia y Portugal.

 

Me contaba un economista en un reciente viaje a São Paulo (Brasil), charlando sobre la desigualdad en ese país, que esta no es un problema cuando se fomenta la movilidad social, es decir, cuando hay igualdad de oportunidades, de forma que el hijo del obrero, mediante su esfuerzo, pueda llegar a formar parte de las clases altas. ¿Estará limitando la crisis y la austeridad expansiva ese acceso a las oportunidades de las clases más humildes?

 

M. V.

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