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Treintaidós de agosto

 

Como es sabido por todos, el otoño comienza el 21 de Septiembre. Quedan pues 20 días de verano; que tampoco nos roben eso. Una cosa es tener que agachar la cabeza y retornar mansamente al puesto de trabajo, y otra muy distinta, que nos extirpen el espíritu del verano, de golpe y porrazo. El estío, su calor, su desnudez, sus frutas y por supuesto sus vacaciones, son un regalo que anualmente nos realizan los dioses del verano: San Juan, Julio y Agosto.

 

El único mes de todo el año con nombre de hombre, Julio, es una vanidad que se concedió Julio César, con su famosa Reforma Juliana del calendario. Su sucesor, Augusto, quiso apuntarse otro tanto, y aunque no realizara aportación alguna al código de circulación del tráfico del tiempo, se adjudicó el mes más solar de todo el año, para no ser menos que César, y caminar eternamente al lado de su tío materno.

 

Incluso detrás de estos gozosos tiempos caniculares, se ocultan a la par que rugen, el Poder y la Política para seguir controlándonos, aunque oficialmente no estemos disponibles. Quizás todos lo sepan, y ése sea el origen de los excesos y desfases veraniegos, que alimentan libremente nuestros vicios como fuentes de placer y conocimiento. Pisando a fondo el acelerador del gusto, se huye más lejos del agravio cotidiano.

 

Que nada ni nadie nos quiebren la paz iniciática en la que habitamos, sin urgencias, ni agobios, ni extremismos. También resulta muy recomendable para la salud en estas fechas de retorno, iniciarse en una dieta estricta de telediarios, boletines radiados, y por supuesto, prensa política. No permitamos que además de con la hecatombe económica de Occidente, nos atropellen (aún en pleno verano, no lo olvidemos,) con una campaña electoral adelantada. Septiembre, por los menos hasta el 21, es nuestro, nos pertenece por natural derecho de veraneantes fundamentalistas.

 

Afrontemos el mundo exterior como un paréntesis de nuestra natural condición de ociosos, dedicados a lo que nos dé la gana, y entregados al silvestre estado del libre albedrio. Concedámosle al trabajo la importancia que tiene, como mucho puede ser un tercio de nuestra jornada. Porque además, no olvidemos que cada día de verano es doble, (no se duerme por la noche, sólo se descansa,) porque la vida se hace  más intensa y fragante bajo el cielo negro, que durante la bochornosa jornada. Para Ramón Gómez de la Serna –taquígrafo del alba- la noche fue su más fiel compañera, incluso durante todo el año.

 

Afrontemos todo lo que nos cuesta vivir o superar, como una Performance, o sea entendiéndola como una situación artificial, y a veces incómoda, pero por la que sólo transitamos temporalmente. Si ni un hospital ni un tanatorio son moradas permanentes, que tampoco lo sea un centro de trabajo. Lograrlo quizás dependa más de nuestra actitud mental y nuestro punto de vista, que de lo que consiga agredirnos el entorno.

 

A pesar de que los Medios de Comunicación proclamen a bombo y martillo, que el verano ha muerto el 31 de agosto, hagamos nuestra propia reforma ciudadana sin nombre del calendario, incorporando los primeros 20 días de este mes, a la cola de agosto. Comencemos a nombrar el día de hoy como 32 de agosto y no como 1 de septiembre; y así sucesivamente hasta el día 21 que entre el otoño. A partir de este año, celebremos agosto como un mes de cincuenta y un días, y quede reducido septiembre a sólo 10 jornadas.

 

Y como la primera forma de hacer existir algo, es nombrándolo, no te prives de hacerlo. Lee lo que sigue en voz alta, y verás qué bien suena.

 

Treintitres  de agosto. Treinticuatro de agosto. Treintaicinco de agosto. Treintaiseis de Agosto. Treintisiete de agosto. Treintiocho de agosto. Treintinueve de agosto. Cuarenta de agosto. Cuarentiuno de agosto. Cuarentidós de agosto. Cuarentitres de agosto. Cuarenticuatro de agosto. Cuarenta y cinco de agosto. Cuarenta y seis de agosto. Cuarentisiete de agosto. Cuarentiocho de agosto. Cuarentinueve de agosto. Cincuenta de agosto, y cincuenta y uno de agosto.  

 

¡Qué lujo!

¿o, no?

¡Y tan barato!

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