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Tren nocturno a la poesía

TSyC. Diario de sombras. Concierto poético y musical en 12 entregas y 12 meses. Autor, director e intérprete: Alfonso Armada. Cantante: Pablo Guerrero. Músico: Nacho Sáenz de Tejada. Madrid. Sala Cuarta Pared. 3-1-2010.

 

Concierto conceptual para actor, músico, y cantante, donde el corazón viaja por caminos de hierro. Viaje nocturno a través de un paisaje estrellado de palabras. La poesía es la madre del teatro; el padre, el escenario con sus reglas. ¿Cómo silba la sirena de esta locomotora de palabras? TSyC (Trescientos Sesenta y Cinco días) habla del asombro de un poeta que exilia su corazón para amar. Teleamor contrarrestado con el poema diario. Según los días, los poemas son sueños o interrogaciones, perros de todos los colores que le muerden los tobillos a tan aplicado escribano.

 

Una vieja mesa de madera, una silla de la misma materia, formando un pupitre fuera del tiempo, con nostalgia de Tadeusz Kantor. Un chaquetón, una gorra, una camisa blanca, una maleta, un paquete de doce cuadernos azules amarrados, un lápiz gordo de dos colores, y tres avellanas. Además de un libreto poemario del que se leen los 31 poemas primeros, correspondientes al mes de enero. Vestuario, escenografía, atrezzo de las sombras que pronuncian esta canción sonámbula de las palabras.

 

En turnos de cantante con músico, y poeta a solas,-con y sin gorra- se fueron alternando las voces, la música y la lectura de poemas. El actor sincopado que ejecutaba -con su cuerpo y con su voz- la partitura poética, tenía muy bien diagramada su intervención, y su coro de acciones impulsadas por pequeños objetos. Leyó 31 poemas sobre un tren salvaje que le llevaba a Rusia, y jugó a leer de 15 formas diferentes las sombras y rumores de sus versos. Preguntas y respuestas rematadas con la guinda de la palabra inteligencia.

 

Enero de 1990. Amor por sorteo. Dedicarse responsablemente -y a diario- a la nueva tarea del año. Asignatura: Amar a Rusia por encima de todas las cosas, por encima de todos los tiempos. Este poeta, como José Bergamín, lo daría todo por una hora de tristeza rusa. Un poema por día, como los deberes que se pone el escolar, o como las hazañas que realiza el poeta conceptual. Estructura tomada de prestado del calendario. Rellenar con vida propia el molde reluciente del año.

 

Pero, ¿de qué se compone la masa de este relleno? ¿De experiencias, de deseos, de sueños, de formas de percibir la realidad dividida?, o ¿simplemente de un sentimiento poético, que nos visita todas las noches, de doce a doce y media, cuando acaba de saltar el día? La respuesta tiene que ver con el arte. La hermosa selección de materiales vitales evocados, o los variopintos estados de ánimo por los que la voz transita, más un no se sabe qué -y que algunos llaman fuego- convierten el cuerpo poético en organismo vivo comestible, levadura del que lo lee, escucha, o percibe su misterio.  

 

El enigma de este concierto laberíntico se resuelve al descubrir que el actor que interpreta al poeta, es el poeta mismo que escribió los versos leídos; que juega a ser actor interpretando al actor que interpreta al poeta, o sea a él mismo. Alfonso Armada se llama. Si lo quieren disfrutar en vivo, como se observa a una fiera del zoo, o a un animal de circo, (poéticos ambos, claro;) tienen una cita con él cada primer lunes de mes de todo el año presente, a las 21 horas en la Sala Cuarta Pared de Madrid.

 

Acompañado por diferentes músicos en cada entrega, el escritor vigués continuará desgranando todo el año su Diario poético de 1990, o Crónica del amor por una rusa invisible, cuando al autor lo que le apasionaba, en realidad, era el deseo instintivo de nombrar los ríos y los trenes nocturnos que recorren Europa, como una cabellera de ventanillas encendidas, cepillada por sus palabras.  

 

 

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