Tripoli es un mundo muy diferente al de Beirut. Me he levantado con unas tres horas de adelanto para encontrar la escuela. He sobornado incluso a un guía turístico para que me acompañe pero se duerme por todas partes. Reviso todos mis bultos antes de salir de casa, lo más importante es el papel plastificado que me han preparado en árabe y en el que se indica claramente que soy la soplapollas guiri que se va a bajar del bus y que debe llegar sana y salva al aula que le corresponde.
La visión del mar a lo largo del camino es relajante. Una cura de relax antes de enfrentarse a la gran ciudad. En Tripoli impera el bullicio, los conductores nerviosos y unos cuantos espontáneos que no saben leer el papel que se les tiende. Pruebo en inglés por eso de perder un poco el tiempo, pero las instrucciones del armamento que se maneja en la zona vienen en árabe o en ruso. Nadie necesita el inglés aquí. Me siento como un pobre niño abandonado por su madre en el avión portando el dichoso cartel, “Me llamo Pablito y mi mamá me manda a que me vaya a tomar por el culo con la abuelita”.
Finalmente un gordo sudoroso y macarra entiende el papel con la dirección que busco. Conduce por una polvorienta carretera que circula junto al mar. Me gusta este rincón del mundo: el viento agitando las olas, el mar azul, los primeros carteles anunciando la existencia de Super Night Clubs, en libanés, o puticlubs en cristiano. Estos tripolitanos, quiero reencarnarme en este gentilicio en una próxima vida, están perdiendo las buenas formas, ¡anda que follar con una zorra eslava antes de los 25 años!…
La escuela surge al fin sobre una colina. Me están esperando. Me dicen que voy bien jodida si pienso que puedo traducir al inglés las palabras incomprensibles para los niños. Me muestran la clase. La pizarra se ha caído al suelo así que han colocado un caballete con pergaminos varios para qué escriba…Rebusco entre los cajones a ver dónde han escondido la pluma. Los alumnos no tardan en presentarse. Me miran como si hubiese descendido de un platillo volante.
– Hola chavales. Soy la nueva profesora. A la anterior se le rompió un preservativo mientras follaba así que debido a su embarazo no volverá a aparecer por aquí. Os garantizo que yo sí que seguiré apareciendo. Y ahora abrid el libro por la página 38.
Después de la sobredosis de español toca inventarse la forma de regresar al centro de Tripoli. Estamos en el medio de la nada y al lado del Silver Night, pero las tías putas ni siquiera han llegado a trabajar. Ni un taxi, la administración ha cerrado la puerta, y no hay un miserable ser humano que se comunique en algún otro idioma que no sea árabe. Ha llegado la hora de poner en marcha el aprendizaje de años en la Unión Soviética.
Me dirijo al de seguridad. Sólo emite gruñidos. Este tío tiene que haberse pelado a varios pollos en su vida. Va a entenderme. Saco la cartera. Barajo las cartas, le digo que elija. Pido un traductor. Le explican donde dejarme. En menos de un minuto estamos en marcha. El paseo junto al mar, el aire embravecido, las casas a medio construir…no está nada mal.