Prólogo, por Reiner Stach
En comparación con otros escritos de Kafka, los especialistas han prestado poca atención a los aforismos, y aún menos los lectores. Como todo lo que escribió Kafka, estos textos exigen interpretación, pero a diferencia de la prosa de ficción, por ejemplo, El proceso, no recompensan al esforzado lector con el placer sensible y estético de una “historia”. El lector de los aforismos se ve arrastrado a un territorio desconocido, a menudo inhóspito, si bien puede terminar resultando terriblemente hermoso. “Nunca estuve antes en este lugar: se respira de otra manera, más resplandeciente que el sol brilla junto a él una estrella”: Kafka habría podido elegir el aforismo 17 como epígrafe de toda la colección. En cualquier caso, es indudable que muchos de sus lectores devotos abandonaron la lectura de estos aforismos mucho antes de terminar, suspirando: “Esto no es de este mundo”.
Fue Kafka quien creó esta colección de aforismos, lo cual resulta sorprendente a tenor del descuido con el que solía tratar sus manuscritos (no las galeradas). Es probable que todavía estuviera en Zürau –es decir, en la primavera de 1918– cuando comenzó a evaluar cuidadosamente las anotaciones en los dos cuadernos en octavo. Primero dividió en cuatro partes un pliego de finas hojas de papel para obtener una pila de papelitos de 14,5 ×11,5 centímetros, a modo de fichas. Después revisó hoja a hoja los cuadernos en octavo, transcribió anotaciones individuales en orden cronológico, una en cada papelito, enumerados previamente; en algunos casos corrigió los textos al copiarlos del cuaderno. En total han quedado 105 de estos papelitos: los dos primeros se encuentran en el legado de Max Brod en la Biblioteca Nacional de Israel en Jerusalén; el resto, junto con los cuadernos en octavo propiamente dichos, en la Bodleian Library de Oxford. El último papelito conservado lleva el número 109, y no sabemos hasta qué punto hay que atribuir la numeración a un error o a la desaparición de algunos papelitos. (Sobre los saltos en la numeración, véanse los comentarios a los respectivos aforismos).
Aunque es muy probable que Kafka no diera a leer estos textos (véase el comentario al aforismo 69), en modo alguno los dejó ad acta. En total tachó veintitrés aforismos después de copiarlos –no está claro cuándo lo hizo–, pero no los sacó del conjunto de papelitos. Más o menos en otoño de1920, es decir, dos años y medio después de la transcripción de los aforismos, Kafka añadió textos que copió de un nuevo cuaderno: para estos ocho añadidos no preparó nuevos papelitos, aprovechó los que ya tenía.
La génesis de este proyecto es intrincada y muy inusual en Kafka, que casi nunca copiaba a mano sus escritos, y resulta inevitable preguntarse por qué lo hizo en este caso. Podría pensarse que simplemente quiso poner a buen recaudo su cosecha de Zürau. Incluso a él mismo debía de resultarle difícil releer cómodamente las anotaciones de los cuadernos en octavo, y aún más seleccionar y organizar las reflexiones dispersas sobre un tema concreto. Así pues, los papelitos pudieron ser una especie de estructuración lingüística y mental dispuesta para facilitar su recuperación, y si bien la numeración de los aforismos no habría sido estrictamente necesaria, habría servido para reordenarlos por temas. La numeración es también un indicio –de hecho, el único– de que Kafka pensó al menos ocasionalmente en la publicación de los papelitos, mientras que la renuncia a este orden al utilizar un mismo papel para diversas anotaciones (copió dos aforismos que nada tenían que ver entre sí y que databan de épocas distintas) constituiría un indicio de que, más o menos a fines de 1920, Kafka había renunciado al proyecto de publicarlos, pero quería conservar los significativos resultados de su reflexión sobre “las cosas supremas”.
Aforismos
Uno de los medios de seducción más eficaces de los que se sirve el mal es la invitación a la lucha. Es como la lucha con las mujeres, que termina en la cama.
Eines der wirksamsten Verführungsmittel des Bösen ist die Aufforderung zum Kampf. Er ist wie der Kampf mit Frauen, der im Bett endet.
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Anotado el 20 de octubre de 1917. La anotación del cuaderno en octavo tenía una frase más: “Uno de los medios de seducción más eficaces que emplea el mal es la invitación a la lucha. Es como la lucha con las mujeres, que termina en la cama. Las verdaderas infidelidades del marido, bien entendidas, jamás son graciosas”.
Después de copiar la versión abreviada y corregida en el papelito número 7, Kafka tachó el texto entero.
El mal es el motivo más recurrente en los aforismos de Kafka: véanse los aforismos 19, 28, 29, 39, 51, 54, 55, 85, 86, 95, 100, 105. En cuanto a la sexualidad de la mujer como medio del mal, véase igualmente el aforismo 105, donde la “mirada de la mujer” representa “el bien”, pero lleva al mal (la cama, símbolo de la sexualidad).
Hay muchas otras entradas de tema afín en los cuadernos en octavo: “El mal es lo que desvía”; “El mal sabe del bien, pero el bien no sabe del mal”; “Sólo el mal se conoce a sí mismo”; “Un medio del mal es el diálogo”; “El mal es el cielo estrellado del bien”; “En el Paraíso como siempre: lo que causa el pecado y la capacidad de reconocerlo son una y la misma cosa. La conciencia lúcida es el mal, tan victorioso que ya ni siquiera toma en cuenta el salto de izquierda a derecha”; “El desolado horizonte del mal, ya en el conocimiento del bien y del mal, cree ver la igualdad con Dios. La maldición no parece empeorar nada en su esencia: con el vientre medirá la longitud del camino”.
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Una perra hedionda, gran paridora de crías, llena de ronchas de sarna, pero que en mi niñez lo fue todo para mí, que me sigue incansable guardándome fidelidad, a la que sería incapaz de pegar, pero ante la que retrocedo paso a paso para evitar que me alcance siquiera su aliento, aunque, a menos que haga algo distinto, me arrinconará en una esquina del muro que ya empiezo a ver para pudrirse allí encima de mí y conmigo, hasta el final –¿me honra eso?–, la carne purulenta y agusanada de su lengua en mi mano.
Eine stinkende Hündin, reichliche Kindergebärerin, stellenweise schon faulend, die aber in meiner Kindheit mir alles war, die in Treue unaufhörlich mir folgt, die ich zu schlagen mich nicht überwinden kann, vor der ich aber, selbst ihren Atem scheuend, schrittweise nach rückwärts weiche und die mich doch, wenn ich mich nicht anders entscheide, in den schon sichtbaren Mauerwinkel drängen wird, um dort auf mir und mit mir gänzlich zu verwesen, bis zum Ende –ehrt es mich?– das Eiter- und Wurm-Fleisch ihrer Zunge an meiner Hand.
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Anotado el 21 de octubre de 1917. Originalmente la entrada llevaba el título “Una vida”, y Kafka lo mantuvo cuando la transcribió en el papelito con los números 8/9, pero luego lo tachó.
El texto en el cuaderno en octavo hablaba al principio de un perro. Sólo una vez terminada la anotación sustituyó Kafka todas las formas masculinas por femeninas y añadió “gran paridora de crías”.
El papelito escrito por Kafka llevó primero el número 8, la cifra 9 la añadió después. Posiblemente creyó que al numerar los papelitos vacíos se había saltado por error el número 9, si bien cabe pensar que hubo efectivamente un papelito número 9 que Kafka destruyó más tarde.
A Max Brod le pareció tan repugnante que lo omitió cuando en 1931 publicó por primera vez los aforismos numerados por Kafka, y para que no se notase la omisión reenumeró los siguientes.
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A. está muy ufano, cree que ha avanzado mucho en el bien, puesto que, como evidente objeto siempre seductor, se siente cada vez más expuesto a tentaciones hasta entonces enteramente desconocidas. Pero la explicación correcta es que un gran diablo se ha aposentado en su interior y la multitud de otros más pequeños acude a servir al grande.
A. ist sehr aufgeblasen, er glaubt im Guten weit vorgeschritten zu sein, da er, offenbar als ein immer verlockenderer Gegenstand, immer mehr Versuchungen aus ihm bisher ganz unbekannten Richtungen sich ausgesetzt fühlt. Die richtige Erklärung ist aber die, dass ein grosser Teufel in ihm Platz genommen hat und die Unzahl der kleineren herbeikommt, um dem Grossen zu dienen.
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Anotado el 22 de octubre de 1917, justo después de las palabras: “Por la mañana, en la cama”.
El día anterior Kafka había anotado una pieza en prosa que ofrece un contexto narrativo del motivo del demonio interior. Comienza con las palabras: “Sancho Panza, quien por cierto nunca se jactó de ello, logró con el paso de los años, aprovechando las tardes y las noches, apartar de sí a su demonio –al que más tarde dio el nombre de Don Quijote– por el método de proporcionarle una gran cantidad de libros de caballerías y novelas de bandoleros…”.
La idea de uno o varios demonios “interiores” también se encuentra en numerosas cartas de Kafka. En 1912 explicó en sus diarios por qué es normal que sean muchos. En el verano de 1913 estudió la obra de Gustav Roskoff en dos tomos Geschichte des Teufels (1869, ‘Historia del diablo’).
Kafka encontró una confirmación de la idea de que las buenas personas están particularmente expuestas a múltiples tentaciones, pero a su vez son las que disponen de más medios para engañar al diablo, en un relato jasídico que escuchó en 1915: un gran rabino ordenó a uno de sus discípulos favoritos que se convirtiera por un tiempo al cristianismo a fin de “desviar a su demonio”. De manera que el mal no es sólo algo “que desvía” (según la definición de Kafka), sino que también puede ser desviado.
“A.” no remite aquí a una persona real, sino a “alguien”, la encarnación abstracta de un determinado comportamiento o de una característica humana, como resulta evidente en la siguiente anotación del cuaderno en octavo y en las correcciones correspondientes: “La indigencia espiritual de A. y el torpor de esa indigencia es una ventaja, le facilita la concentración, o más bien, es en sí misma concentración, lo cual significa, claro está, que pierde la ventaja que supone la aplicación de la fuerza de concentración”.
Inicialmente, Kafka formuló esta anotación en primera persona (“Mi indigencia espiritual…” y sólo posteriormente, tras varias correcciones, la trasladó a la tercera persona introduciendo el “A.” como sujeto del enunciado. La anotación que le sigue inmediatamente después comienza con las palabras: “A. está enredado en el siguiente engaño…”.
Kafka usa la inicial “A.” en los aforismos 49 y 107.
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Diferencia de las perspectivas que uno puede tener, por ejemplo, de una manzana: la perspectiva del niño pequeño que tiene que estirar el cuello para apenas llegar a ver la manzana sobre el tablero de la mesa, y la del señor de la casa que coge la manzana y se la ofrece libremente a otro comensal.
Verschiedenheit der Anschauungen, die man etwa von einem Apfel haben kann: die Anschauung des kleinen Jungen, der den Hals strecken muss, um noch knapp den Apfel auf der Tischplatte zu sehn, und die Anschauung des Hausherrn, der den Apfel nimmt und frei dem Tischgenossen reicht.
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Anotado el 22 de octubre de 1917. El papelito que escribió Kafka llevaba primero el número 11, el 12 lo añadió más tarde. Tampoco en este caso está claro si en la numeración de los papelitos en blanco se saltó el número 12 por descuido o hubo un papelito número 12 que destruyó después.
El cuaderno en octavo indica que el ejemplo de la manzana no fue elegido al azar, como puede parecer, ya que allí la anotación termina con la frase: “Entre ambas se encuentra Eva”. De modo que Kafka todavía tenía en mente el tema del Paraíso (véase el aforismo número 3, escrito dos días antes).
Este aforismo constituye un ejemplo del pensamiento visual de Kafka: aunque en el Génesis no se hace mención explícita, Kafka imagina a Eva primero elevando la mirada hacia el fruto prohibido del árbol del conocimiento antes de cogerlo y entregárselo a su compañero. Dicho de otro modo, la primera “perspectiva” de la manzana fue la juvenil y luego fue la del hombre de la casa.
Un modo igual de gráfico al argumentar se halla en una carta a Milena Jesenská cuatro años más tarde. Al parecer, Jesenská caracterizó la sexualidad extramatrimonial sin compromiso como un mero “jugar con un balón”, y Kafka comentó con aprobación: “Como si Eva hubiera arrancado la manzana (a veces creo entender el pecado original mejor que nadie) sólo para mostrársela a Adán, porque le gustaba. Lo decisivo fue morderla, el hecho de jugar con ella no estaba permitido, ciertamente, pero tampoco prohibido”.
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Un primer signo de conocimiento incipiente es el deseo de morir. Esta vida parece insoportable, otra, inalcanzable. Uno no se avergüenza más de querer morir; ruega desde la vieja celda que odia que lo lleven a otra nueva que todavía tiene que aprender a odiar. Un resto de fe actúa todavía en ello, quizá durante el transporte llegue casualmente el señor a través del pasillo, mire al prisionero y diga: “A este no hay que volverlo a encerrar. Se viene conmigo”.
Ein erstes Zeichen beginnender Erkenntnis ist der Wunsch zu sterben. Dieses Leben scheint unerträglich, ein anderes unerreichbar. Man schämt sich nicht mehr, sterben zu wollen; man bittet aus der alten Zelle, die man hasst, in eine neue gebracht zu werden, die man erst hassen lernen wird. Ein Rest von Glauben wirkt dabei mit, während des Transportes werde zufällig der Herr durch den Gang kommen, den Gefangenen ansehen und sagen:»Diesen sollt Ihr nicht wieder einsperren. Er kommt zu mir«.
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Anotado el 25 o el 26 de octubre de 1917.
En este aforismo llama la atención la desviación de Kafka de la semántica del lenguaje cotidiano: mientras que es posible “tener fe” en que suceda algo determinado incluso sin conocer su causa ni su importancia, es más probable “esperar” que se produzca un acontecimiento meramente casual.
El aforismo recuerda a un fragmento en prosa, que Kafka había anotado un año antes en su diario, en el que un condenado se aferra a la esperanza de que el verdugo que acaba de entrar en su celda no lo mate, sino que simplemente lo traslade a otra celda.
Tres meses después de escribir este aforismo, Kafka anotó en el cuaderno en octavo una variación del tema del prisionero: “El suicida es el prisionero que ve erigir un cadalso en el patio de la prisión y, creyendo erróneamente que está destinado a él, por la noche escapa de su celda, baja y él mismo se ahorca”.
En años posteriores Kafka llevó aún más lejos la metáfora, desterrando toda esperanza: “Él se habría conformado con una cárcel. Llegar al final estando preso: eso sí sería una meta de su vida. Pero era una jaula de barrotes. Indiferente, imperativo, como si estuviera en su propia casa, el ruido del mundo entraba y salía a oleadas por entre los barrotes, el preso en realidad estaba libre, podía participar en todo, no se le escapaba nada de lo de fuera, incluso habría podido abandonar la jaula, los barrotes estaban a muchos metros unos de otros, él ni siquiera estaba preso”; “La celda de mi prisión, mi fortaleza”; “Todo es fantasía, mi familia, la oficina, mis amigos, la calle, todo fantasía, más lejana o más próxima, la mujer es la más próxima, lo único que es verdad es que te rompes la cabeza contra el muro de una celda sin ventanas y sin puerta”.
Estos fagmentos pertenecen al libro “Tú eres la tarea”. Aforismos, de Franz Kafka, que, con edición, prólogo y comentarios de Reiner Stach y traducción del alemán de Luis Fernando Moreno Claros, ha publicado la editorial Acantilado.