Lo confieso: soy una tía poco sociable. Y además vengo de Rusia, un país donde el ser humano no es más que mera estadística en el cómputo de asesinados, desaparecidos o denunciados, para aterrizar en Líbano, un lugar donde el cabrón que ha estado a punto de atropellarte al cruzar un paso de cebra entra también en la categoría de habibi, habibi…
Los países pequeños tienen sus ventajas y sus grandes desventajas. Entre estas últimas, sin duda la peor, pasear al tonto baba de turno que arriba a Beirut por pasta pero con el noble y bobalicón propósito de conocer el país en 3 días. Llega fulano de Madrid, echa un escupitajo en forma de obra de arte y te lo llevas de cena; le sigue zutano, de Málaga, para filmar el documental de su vida sobre los campos de refugiados palestinos, y aun encima tiene la suerte de que nadie le pegue un tiro por gilipollas. A Paco también te lo comes con patatas fritas porque ya no se le ocurre ningún otro sitio exótico en que le soplen el nabo, y no puede faltar Rosa, que ha escrito un libro sobre Oriente Medio después de pasar toda una tarde comprando anarcardos en el zoco de Damasco.
Si ayer fue el afamado artista que logró dormir, su mérito tiene, a medio auditorio de universitarios con una conferencia soporífera y que podrían usar como arma de tortura en Abu Ghraib, hoy tocan las directoras de cine noveles. Mujeres, independientes, fuertes. Con algo que decir. Como cualquiera que abra los ojos y no sea imbécil. Oigo a mi alrededor historias sobre beduinas que hablan abiertamente de su sexualidad, sobre palestinos, sobre mineros, sobre muertos, sobre revoluciones…Es conmovedor, tanto como el ego del ser humano pensando que gracias a su obra podemos aprender algo del pasado, podemos meditar, podemos, quizá, cambiar algo del futuro. Y esto en un país como Líbano…
Meter a los turistas en Dahiye Distrito Federal es otro de los básicos de la temporada. Droga dura en vena para los que no saben que allí uno se puede merendar su café y su pantera rosa tranquilamente. A la derecha su edificio de viviendas agujereado como un queso Gruyere, a la izquierda una pobre desgraciada vestida con su chador negro, quizá una nueva y original idea para una próxima película sobre las oprimidas mujeres árabes, y en el centro de la rotonda, cartel de inmolado, ideal para foto apaisada. La visita termina con una parada ante alguno de los cochambrosos edificios que albergan las oficinas de Hizbollah. Lástima que aun no realicen visitas guiadas por las instalaciones y regalen bolis con el emblema del Partido de Dios.