Escupidme la obesa liturgia de vuestras mentiras,
que se ciñan a las intangibles ganas, al llanto.
Perseguid la euforia de mi ilógico devenir en esta demolición de poetas suicidas,
aquellos que no mecen la furia última,
los que no se vengan sobre mapas de incandescencia.
Buscad entre mis líneas,
rebanad la cordillera de mi espalda,
descubrid un pecho indeleble allí donde se anticipa la muerte:
Líquida autodestrucción, dosis fragmentadas de odio.
¿Quién soy yo si no el caos que os instruye?
Mundo doliente.
Mortífero frenesí.
Dejad que sean mis palabras las que subtitulen estos mapas rabia.
Hagamos de mi muerte la hemorragia del hoy.