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Mientras tantoUn canto a la naturaleza

Un canto a la naturaleza


Cuando estamos viendo todas la señales que nos está mandando la Tierra, el lugar sagrado donde vivimos, de cómo estamos destruyendo los ecosistemas, exterminando las especies vitales para los mismos, la grave sequía que se extiende por todo el mundo, el calentamiento del mar que a su vez origina graves problemas en la alteración del clima. Cuando vemos como los políticos vuelven atrás por sus propios intereses declarando ahora el gas o la energía nuclear como energías limpias y renovables. Cuando vemos como se abren de nuevo las minas de carbón para seguir contaminando el aire que respiramos o como mediante incendios o deforestaciones, eliminan las selvas tropicales o los bosques que son el pulmón de nuestras propias vidas. Cuando somos testigos directos y cómplices del genocidio a los pueblos indígenas y de como son tratados en todos los países donde sobreviven… entonces uno pierde la esperanza y sólo le queda gritar a los mil vientos, un canto a la naturaleza:

(Poema de mi último libro Hojas caídas)

Canto a la Tierra

Te canto a  ti

que siembras vida

en cada rincón,

en cada mota de polvo

de nuestra existencia,

que alumbras los pasos

tímidos del mundo,

que extiendes el arco iris

para que sepamos

tu grandeza infinita.

Tu piel, tus bosques,

ríos y mares,

cantan la grandeza

en cada ecosistema,

en cada

hoja caída,

en cada aroma

que el campo nos regala,

en cada sentimiento

de nuestro ser

a la madre Tierra

que nos vio nacer.

 

Madre de todos,

hasta de una humilde piedra.

Madre que nos das amor

y correspondemos

con destrucción.

Que nos das alimento

y lo envenenamos

sin aliento.

Que nos das fuerza

y respondemos

contaminando tus venas.

Madre Tierra

no tienes altar.

Todo el planeta

es tu catedral.

 

La vida en sí misma

es tu regalo

y con oídos sordos

y ojos ciegos,

no escuchamos tu canto,

sólo el dolor

que te producen

al mutilar

tu honor.

 

Te damos la espalda

como traidores

sedientos de sangre.

Tú nos das comprensión

para cambiar

nuestra ambición.

 

Pero ya cansada

nos abandonas,

cierras las puertas

con fuertes cadenas

mientras el hombre calla

bañando su egoísmo

de risas cortadas.

 

¿Qué nos espera?

Nos hemos convertido

en su grave enfermedad

y si no la curamos

habremos conquistado

nuestra propia extinción

con el lamento

de su piedad.

 

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